Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

viernes, 26 de diciembre de 2014

Plácido (parte 2ª)

Hace 2 años.

La corpulenta figura de Plácido subía con seguridad la escalera de mano, ante la atenta mirada de los niños. Al llegar al tejado, sacó con una mano la escoba que llevaba en la parte posterior del cinturón, a modo de cimitarra, mientras agarraba con la otra la escalera. Con un diestro movimiento de escoba, empujó el balón que se había quedado en el canalón hacia el patio, entre los gritos de júbilo de los niños. Cuando bajó de la escalera, los niños ya estaban jugando de nuevo con el balón. Estuvo un rato observándolos.
Las clases ya habían terminado, y Plácido recorría los vacíos pasillos que separaban las aulas hasta el cuarto de mantenimiento. En una de las aulas, un chico, tumbado prácticamente sobre la silla del pupitre, sostenía aburrido un libro delante de él.
- ¿Otra vez castigado? - le preguntó Plácido desde la puerta. Rubén, que así se llamaba el chico, se incorporó sorprendido.
- ¡Eres tú! - le respondió con desdén.
- ¿Qué has hecho esta vez?
- Me he peleado.
- ¿Les has avisado a tus padres?
- Para que...........
- Llegarás tarde a casa.
Rubén se volvió a recostar sobre la silla, sin responderle.
Plácido se cambió de ropa en el cuarto de mantenimiento, guardó el buzo en la taquilla, cogió el macuto, y salió del edificio. En el patio, sólo quedaban los chicos del equipo de baloncesto, corriendo alrededor del campo de basquet. En las gradas, con un pitillo en la boca, Rubén escuchaba músico por unos auriculares.
- ¿Todavía sigues aquí? - le dijo Plácido sentándose a su lado.
- No tengo nada mejor que hacer.
Se quedaron en silencio. En el patio, el entrenador azuzaba a sus jugadores:
- ¡Menos charla y más correr, parecéis niñas!
Estaba oscureciendo, la fría noche empezaba a asomarse.
Plácido, hurgó en su macuto y sacó algo.
- Toma - le dijo ofreciéndoselo.
Era un pajarito de aluminio. El chico lo miró sorprendido. Estaba hecho al detalle: Con su pico, sus ojillos negros, las alas amarillas, las patitas,.............
- ¿Lo has hecho tú?
- Si, y mira - lo volvió a coger, y dio vueltas a una pequeña cuerda que tenía la lado de la cola. Luego lo puso en el suelo, y el pajarito empezó a andar y a mover las alas mientras piaba.
- ¡Ala.....! - gritó Rubén. Se quedaron mirándolo hasta que paró.
- Es un canario - le dijo Plácido - te lo regalo.
- ¡Gracias tío!, ¿cómo lo has hecho?
- Nada,............, con latas y aparatos que encuentro en la basura. Aunque cada vez es más complicado con esto del reciclaje................
-¡Es genial!
- Tengo que irme.
Plácido se fue a su casa, mientras Rubén se quedaba  ensimismado en la grada mirando como el pajarito movía sus alas y piaba intentando volar.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Plácido (parte 1ª)

Plácido esperaba en la parada del bus a que llegara el B7. Sentada a su lado, la adolescente de mallas rojas y deportivas entretejía su propio mundo con los dedos, a través del móvil. Plácido miraba sus tersos muslos, montado uno sobre otro, y el pie balanceándose de la muchacha. No pudo evitar fijarse en sus diminutos pechos, ni en la protegida capilla de su entrepierna. El autobús llegó bufando, pariendo y tragando, como en cada parada. Se sentó en el asiento especial, destinado a los "no normales" (gordos), "no útiles"(viejos), e "intocables"(embarazadas). Le parecía que en cualquier momento, se abriría una trampilla bajo sus pies, para librar de su carga a la sociedad.
Llegó pronto a la oficina de empleo. A través de las puertas acristaladas, podía ver los rostros soñolientos y resignados de los funcionarios alrededor de la máquina de café, los mismos que veía en la cola en la que esperaba; la puerta no era más que una frontera imaginaria entre dos prisiones diferentes. Se le acercó un hombre alto y fuerte, que le agarró por los hombros con sus grandes manos.
- ¡Hombre plácido!, ¡Qué andas!
- Toca fichar.
- Tienes buen aspecto.
- Tú también.
- ¡Va!, harto de que te mangoneen con contratos basura de un día. Ya nadie se arriesga, ¡con la que está cayendo!, o eso dicen. Yo no me creo nada. Para mi que es todo un invento para tenernos a todos bien cogidos de los huevos. ¡Pero para huevos los míos!
Plácido asentía sonriente ante la avalancha de palabras que caían en sus oídos, una tras otra, como fichas de dominó.
- ¿Y tu que te cuentas? - dijo para tomar aire.
- Pues nada nuevo,..........
- ¡Joder!, ¡mírales, tomando su cafecito, con sus culos bien calientes en la poltrona!, - dijo señalando con la cabeza a los funcionarios -¡ y encima te tratan como a una mierda!
- No todos..............
- ¡Quien coño se creen que son!, ¡les daba por culo a todos!
Eran las 9; el vigilante abrió las puertas, y dio los buenos días cortésmente, evitando que el caos se desatara.
Cándido se sentó en la silla, enfrente de la mesa de la orientadora.
-¿Qué tal Plácido? - le preguntó mientras consultaba los datos en el ordenador: Nombre, edad, DNI,.....- ¿Empezaste a ir al curso de informática?
- Si.
- ¿Y que me cuentas?
- Bueno, no me entiendo bien con la tecnología, la verdad, pero bueno, ha sido interesante.
- Hoy en día es necesario saber manejarse con los ordenadores para cualquier empleo.
- Es que lo que no se puede tocar con las manos es difícil de entender.
- Quedamos en que tenías que ampliar tu formación si queríamos acceder a otro tipo de trabajos distintos a los que podías optar hasta ahora.
Plácido se quedó callado mirando al suelo.
- Yo sólo quiero trabajar en mantenimiento, con las cosas si que me llevo bien.
- Ya, ya, pero mientras no lo consigas, tendrás que seguir formándote. Mira, hay un curso de diseño por ordenador que podría ser interesante.
Cada palabra hacía más evidente la brecha entre dos continentes a la deriva.

Estaba nublado, pero de vez en cuando, el viento abría claros en el cielo por donde se colaba algún rayo de sol. Plácido se sentó en el banco de costumbre, el que daba al lago del parque. Era como asomarse a una ventana. Sacó media barra de pan duro, una botella de leche de la que quedaba un cuarto de litro, y un cuenco vacío. Echó la leche en el cuenco, y desmigó el pan en él. Después metió sus dedos (demasiado estrechos para unas manos tan grandes) en el cuenco y formó una masa con el pan desmigado y leche, que extendió sobre el verde cesped que tapizaba el suelo desde el banco hasta el lago. Los gorriones fueron los primeros en acudir, seguidos por los tarines y algún jilguero. Los petirrojos observaban curiosos, como siempre. Al rato llegaron las palomas, espantando a los demás pájaros, pero éstos, les quitaban las migas antes de que sus picos llegaran al suelo. Plácido disfrutaba viéndoles competir, y sobre todo con sus cantos, que tan bien conocía.

viernes, 28 de noviembre de 2014

El día en el que se fueron los árboles

Recuerdo perfectamente el momento; era el 29 de febrero, a las 13 horas. Yo estaba en el parque dando un paseo, cuando escuché un zumbido envolvente que aumentaba de intensidad; entonces, las hojas de los árboles salieron volando, como una desbandada de pájaros, pero no arrastradas por alguna poderos fuerza, no, sino aleteando en el cielo con gráciles movimientos. La penumbra cubrió la tierra por unos momentos, al quedar oculto el sol por las hojas.
Después sentí un temblor, y vi como los troncos de los árboles eran tragados por la tierra entre un terrible estruendo; ¿o eran ellos los que perforaban el suelo como gigantescos y poderosos gusanos?
¿A donde fueron las hojas?, ¿Y los troncos?; no lo se, pero al día siguiente desperté sediento de sol y de agua.

viernes, 14 de noviembre de 2014

El paso del tiempo

Hacía calor, mucho calor, el sol derretía el asfalto, el aire caliente convertía el paseo en un cocedero. Por eso, decidió quedarse en el pequeño túnel que unía el paseo entre las dos playas. Se sentó en el suelo junto a su mochila, y apoyó la espalda en la pared. El sopor le hizo caer en ese espacio bastardo que separa la vigilia del sueño. Una voz le trajo de nuevo a la penumbra del túnel: ".....es un día cualquiera, hoy empieza todo.............". A pocos metros, un muchacho cantaba una canción, acompañado por su guitarra. Intentó atrapar las imágenes resquebrajadas que emergían del abismo de sus sueños, hechos trizas al chocar con sus pupilas; sólo el estruendo de cristales rotos quedó tras ellas. Maldijo entre dientes al muchacho, aunque la verdad, lo hacía bien, y las canciones eran agradables. abrió los ojos, y apoyó la cabeza en la pared.
Pasó el tiempo, porque el tiempo sólo pasa cuando se busca algo, aunque no se sepa qué. El chico, cogió las monedas que le habían echado en la funda abierta de su guitarra, y se las dio.
- Que te vaya bien - le dijo.
Le miró, y sonrió asentando con la cabeza. Vio como se alejaba, como si de una aparición se tratase, con el estuche de la guitarra a su espalda, como si fuese una mochila.
Se levantó y salió del túnel; hacía frío, mucho frío, la nieve cubría las calles, la ventisca helada azotaba los árboles. Cruzó los brazos sobre el pecho, y se acercó a una cabina de teléfono. Sacó del bolsillo las monedas que le había dado el muchacho, y metiéndolas en la ranura, marcó un número.
- Luisa,...................fui yo quien lo hizo, ....................lo siento.
Y el tiempo dejó de pasar.

viernes, 31 de octubre de 2014

Open-Space

"Open-space: La cultura alternativa en Euskalerria". Así rezaba el anuncio que se coló en mi facebook. Soy músico aficionado, y me interesa el tema, por lo que de di a "me gusta", y lo compartí para que la reseña quedara colgada en mi muro. Luego, guardé la página en una pestaña, y abrí el "google"; escribí en el buscador Open-space, y aparecieron 34.767456 resultados. Cliqueé en uno de ellos (1), y lo que leí me pareció interesante, pero ya me pensaría si ir o no, ya que soy un poco tímido, y me cohibe hablar con desconocidos, sobre todo en grupo.
Llegó el día en el que se celebraba el Open-space; ya ni me acordaba del tema, pero se coló de nuevo el anuncio en mi ordenador. Era sábado, y no tenía nada mejor que hacer, por lo que me acerqué al lugar. Me sorprendió el sitio elegido; era un emblemático teatro, cerrado ya hace tiempo. No sabía que seguía funcionando, aunque fuera para otro tipo de actividades que no fueran escénicas. La fachada del teatro conservaba la recia presencia de los edificios construidos sobre las cenizas del tiempo, hechos para perdurar, aunque éste, hacía notar su paso sobre él, mostrando las heridas que provoca cuando se le deja hacer sin intromisión alguna. Las puertas principales, daban a un deslustrado hall de mármol, del que ascendían unas inmensas escaleras, enmoquetadas con una raída y descolorida alfombra roja que daba al patio de butacas. El ambiente en el hall era extraño; allí una veintena de personas, paseaban sus miradas nerviosas por las desconchadas paredes, por los panfletos colocados sobare una mesa al lado de la puerta. No parecían conocerse entre sí, ya las escasas conversaciones, se limitaban a romper la tensión generada por la incertidumbre. Cogí uno de los panfletos, y me apoyé en la pared para leerlo, haciendo como que me interesaba lo que leía.
Pasaron 3 interminables minutos, hasta que un chico delgado y pálido, vestido conpletamente de negro, no pudo soportar más la tensión, subió por la escalera, y entró en el patio de butacas. Los demás le seguimos tímidamente, al no escuchar ningún grito de terror, ni verle salir despavorido. Las butacas, los palcos, el anfiteatro, y el escenario, mostraban los mismos signos de abandono que el resto del edificio, acrecentado por la escasa iluminación y el olor a humedad. avanzamos por el pasillo hasta el escenario. Allí el decorado era más bien escaso: Unas sillas puestas en círculo, varias pizarras, cartulinas y rotuladores, y una mesa con vasos de plástico, botellas de agua, servilletas de papel, y bocadillos envueltos en papel de aluminio.
Un hombre de unos 50 años, delgado y fibroso, con la cabeza completamete rasurada, gafas, y una sonrisa permanente esculpida en la cara, esperaba encima del escenario.
- ¡Bienvenido!, ir sentándoo por favor - nos decía uno a uno, mientras nos daba la mano.
Una vez acomodados, me puse a juguetear con el móvil, para evitar encontrarme con las nerviosas miradas de los demás. El hombre calvo, que parecía el organizador, se sentó en la única silla vacía que quedaba, y sin perder su pétrea sonrisa, se puso a hablar:
- Hola, bienvenidos de nuevo al Open-space. Me llamo Eusebio. Mi intervención en el evento, se va a reducir en dar las pautas necesarias para el desarrollo del mismo. El contenido sólo dependerá de vosotros. Un Open-space, es una metodología para sacar conclusiones sobare un tema con un grupo numeroso de personas. Se ha demostrado que en la convenciones, es en los espacios informales que se crean alrededor del oficial, donde se generan las ideas más creativas e interesantes. Por ello, en el Open-space, como la palabra indica, se crea un único espacio de circulación de ideas, en el que los participantes pueden intervenir voluntariamente. Si os parece bien, podemos empezar.
Yo ya me había hecho una idea de lo que era un Open-space, por lo que había leído en internet, y me limité a ver que sucedía.
El organizador puso unas cartulinas y unos rotuladores en el suelo, en medio del círculo, y propuso que el que quisiera, podía escribir en ellas el tema que le gustaría tratar. La mayoría parecía reflexionar profundamente, pero nadie se atrevía a dar el paso; "-seguro que se han pasado toda la semana dándole vueltas al asunto". Otros, como yo, esperaban indiferentes, con aires de suficiencia.
El chico delgado y pálido vestido de negro, rompió de nuevo la tensión; se levantó, y poniendo la rodilla en el suelo, empezó a escribir en una cartulina. Como si del flautista de Hamelín se tratara, otros participantes se levantaron para escribir sus propuestas.
El ambiente se fue distendiendo, hasta el punto de que el organizador, hasta entonces el único foco de atención, fue difuminándose hasta desaparecer por completo. Se formaron varios grupos con los temas propuestos, donde se debatía apasionadamente. Al principio, me limité a escuchar, y puntualizar alguna cuestión, pero me fui animando, y acabé participando intensamente en las discusiones contagiado por el clima de animosidad que se respiraba. Así pasaron las horas, analizando los temas, desmontándolos, dándoles la vuelta, y sacando creativas y espectaculares conclusiones.
A las 10 de la noche, se dio por finalizado el Open-space, tras una última ronda de conclusiones; ¡estábamos todos completamente agotados! Ya en el hall del teatro, continuaron las conversaciones, ya en un tono distendido y jovial, y acabamos, algunos, en un Pub próximo, tomando una cañas y echando unas risas. Me lo estaba pasando bien, pero se me puso un fuerte dolor de cabeza, por lo que me excusé, y me dirigí a mi casa; cuando palpando los bolsillos de mi pantalón, me cercioné de que mi móvil no estaba allí. Con desgana, me dirigí de nuevo al teatro; se me habría caído allí. Las puertas estaban abiertas, y entré. Aunque las luces se encontraban apagadas, había como una extraña fosforescencia por todo el local, que permitía moverse por dentro del teatro; ésta había recuperado su regio abandono. Subí las escaleras hasta el patio de butacas, y avancé por el pasillo central, hacia el escenario. A medida que me aproximaba, un débil murmullo se iba acrecentando, así como la sensación de una presencia en él. Allí, la oscuridad era total. Me puse de rodillas, y palpé el suelo en busca de mi móvil. Tuve la inmensa fortuna de dar con él al poco tiempo. Me senté en el suelo satisfecho, y lo encendí. Entonces, percibí de nuevo el murmullo: ¡Provenía del techo! La sensación de presencia, se hizo casi física. Recordé que mi móvil, tenía una aplicación que lo iluminaba como una lámpara, y con aquella fantasmagórica luz, miré hacia arriba: La tela que cubría la parte posterior del escenario estaba medio caída, ¡y dejaba entrever una especie de enorme masa rosácea y palpitante, que parecía pegada al techo! Me llenó una sensación de repugnancia tal, que estuve a punto de vomitar. El terror me invadió, al sentir como aquella cosa, ¡estaba estrujando mi cerebro, para extraer las últimas gotas de energía de mis neuronas! Me levanté aturdido, e intenté huir, pero tropecé con una silla, y se me escapó el móvil de la mano. Cuando lo recuperé, vi en una esquina del escenario a Eusebio, bueno, lo que quedaba de él, ya que sólo era su envoltorio, como el que deja una serpiente después de mudar de piel. Me levanté horrorizado, y retrocedí, sin poder quitar la vista de aquello, hasta que llegué al final del escenario, y caí de espaldas golpeándome la cabeza con el suelo, perdiendo el sentido.
Cuando desperté, me encontré en la cama de un hospital. Al entrar la enfermera, le pregunté lo sucedido, no me acordaba de nada:
- Le encontraron en la calle sin sentido, ¿como se encuentra?
- Bien, bien, me duele mucho la cabeza, pero a parte de eso........
- Es normal, se ha dado un buen golpe. Ahora tiene que descansar - me dijo la enfermera, maternalmente, antes de irse.
- ¡Ah!, esto es suyo - dijo.
Sacó mi móvil del bolsillo de la bata y me lo dio.
Cuando se fue, estuve pensando en todo lo que me había sucedido. Era todo muy confuso, pero creo que lo que he contado se ajusta a la realidad.
Ya cansado de darle vueltas, encendí el móvil, y entré en mi página de facebook. Mirando las últimas entradas, vi una que captó completamente mi atención:
"Open-space 2 :La cultura alternativa en Euskalerria".

viernes, 17 de octubre de 2014

El único sentido

El psicólogo

(De su cuaderno de notas)
"El sujeto presenta un cuadro sintomático propio de la patología de malos tratos: Retraimiento, fobia social, baja autoestima, culpabilidad. No parece que éstos se estén produciendo en el ámbito familiar, por lo que se recomienda un seguimiento minucioso de sus actividades fuera de él.
Se procederá a iniciar una aproximación de índole emocional, con el fin de crear vínculos afectivos con el paciente."


El niño

"Tengo miedo, mucho miedo. Ocurre continuamente; les veo parados en los semáforos, en la cola del supermercado, en los parques, en la habitación de mi abuela,..................¡Y me piden ayuda!,......... ¡si sólo soy un niño!"


El secreto

El niño - Quiero contarle mi secreto.
El psicólogo - Vale.
- En ocasiones..............................veo personas.
-¿En tus sueños?, ¿estando despierto?
- Andando, en las calles, en sus casas. No se ven unos a otros, sólo ven lo que quieren ver, no saben que son personas.
- ¿Les ves amenudo?
- ¡Todos los días!, ¡en todas partes! No le contará a nadie mi secreto ¿verdad?
- No, lo prometo.
- ¿Se va a quedar hasta que me duerma?
- Claro.


El diagnóstico

"La patología que presenta es más grave de lo que pensé. Inicialmente sufre alucinaciones visuales, paranoia, alguna clase de esquizofrenia infantil."

viernes, 5 de septiembre de 2014

Fidelidad

El hombre corría encorvado, impulsándose en el suelo con las manos. La adrenalina mantenía en máxima alerta todos sus sentidos. Se escondió detrás de unas rocas; estaba agotado. El dientes de sable se paró cerca de él, olisqueó el aire; el viento le llevó hasta su nariz el olor del miedo. El hombre salió de su escondite, y corrió. Llegó hasta una pared de piedra que le impedía continuar. Miró nervioso hacia ambos lados; otras dos inmensas paredes de piedra le flanqueaban; estaba atrapado. Dio media vuelta, pero el dientes de sable se precipitaba hacia él  extendiendo sus zarpas.
El hombre, con ágiles movimientos, se encaramó a la pared, hasta una pequeña repisa. El felino, saltaba y  rugía intentando coger a su presa, pero viendo lo vano de su empresa, esperó pacientemente a que el hombre cayera, como fruto maduro. Pasó el tiempo, un cosquilleo empezó a recorrer las piernas del hombre, por la forzada postura que mantenía. Mientras, el gran gato paseaba inquieto de un lado a otro de la pared, sin perderle de vista. Se hizo de noche, el hombre podía distinguir la impresionante figura del depredador, y sus ojos brillando en la oscuridad. Se le caían los párpados, el cansancio y el sueño reclamaban su cuerpo tensado por el miedo. Golpeó su cabeza contra la piedra, salpicando de sangre la pared. El dolor le reanimó.
La interminable noche, empezó a ceder al impulso de la mañana, que empezaba a clarear el día. El hombre no sentía las piernas, el dolor de cabeza embotaba sus sentido, estaba mareado. Miró hacia abajo: El gran gato seguía allí; se estiró y reanudo sus paseos ante la pared. De pronto apareció un perro olisqueando el suelo. El dientes de sable le miró amenazante; estaba ambriento, y la tersa carne del can le hizo cambiar de objetivo. Se volvió hacia el perro, y de un salto, le acorraló contra la pared. Sucedió entonces algo increíble; El hombre saltó sobre el felino, y golpeó su cabeza con todas sus fuerzas, dejándolo atontado, y aprobechando su aturdimiento, atravesó su blando vientre con una rama que cogió del suelo. Un rugido aterrador estremeció el bosque. El gran gato, ovillado, se lamía el vientre entre maullidos, asustado ante la proximidad de la muerte.
El perro se acercó tembloroso al hombre, que permanecía tumbado con los ojos clavados en el cielo. Le miró y le lamió la cara.
El perro y el hombre, compartieron la carne del dientes de sable, y vestido con su piel, el hombre fue en busca de su destino, acompañado por un fiel compañero de viaje.

viernes, 22 de agosto de 2014

El bofetón

Me estaba afeitando en el baño, se me hacía tarde, y con la cabeza puesta en mis próximos movimientos, la navaja torció su trayectoria para introducirse en mi carne. Oí unos fuertes ruidos, y me asomé al pasillo taponando la herida con el dedo; era  Rubén, mi hijo, que saltaba encima de la mesa de la sala.
- ¡Rubén, baja de allí!
El niño siguió saltando encima de la mesa, siguiendo la premisa infantil de que todo es juego.
- ¡Estás sordo o que! - volví a gritar.
Maldiciendo, fui a la sala, dejando un rastro de animal herido; agarré al niño por el brazo, y lo bajé bruscamente de la mesa.
- ¡Qué no te vuelva a ver subido a la mesa!, ¡entendido!
- ¡Papá, estás sangrando! - sus ojillos curiosos, miraban atónitos el hilillo de sangre que empapaba el cuello de mi camisa.
- ¡Lo se!
En cuanto me di la vuelta para volver al baño, ya estaba de nuevo encaramándose a la mesa.
- ¡Maldita sea! - exclamé. Le bajé zarandeándolo, y le arreé un buen bofetón. Se quedó como paralizado, y de repente, ¡rompió a llorar como si le hubieran arrancado el alma!
La verdad es que me pasé, ¡estaba muy nervioso! En su inflado y rojizo carrillo, quedaron impresas las huellas de mis cinco dedos, ¡incluido el anillo!
- ¡Dios mío! - exclamé. Tenía que hacer algo, era lunes, y debía llevar a Rubén con su madre; el juez dictaminó que sólo podía estar con él  el 2º fin de semana de cada mes, por toda esa mierda de la bebida y el juego. Menos mal que hacía un frío que pelaba, y vestí al niño de forma que sólo se veían sus vivos ojillos entre el abrigo, la bufanda, los guantes y el gorro.
Todavía sollozaba débilmente cuando le arrastré calle arriba, hacia la casa de Teresa, su madre. Al llegar, toqué el timbre. Antes de que abriera, bajé  la bufanda por el carrillo izquierdo: -¡Mierda! - exclamé, allí seguía la huella, que parecía palpitar, aunque sabía que era mi corazón el que se desbocaba. Subí la bufanda apresuradamente.
- Llegas tarde - dijo Teresa al abrir la puerta -, ¡como siempre!
- Si, perdona, ando muy liado. Hasta luego.
Me di la vuelta sin ni siquiera mirarle. Desde luego, las cosas no habían terminado muy bien entre los dos. Me fui al  bar más próximo y pedí whisky. Era temprano, pero no quería volver a casa, sabía lo que me esperaba al llegar. Me lo tomé despacio, con la mirada perdida, como si estuviera en "el corredor de la muerte", pasando los últimos momentos antes de la ejecución.
En el portal de mi casa, me esperaban 2 agentes.
- ¿Es usted Antonio García? - Me preguntó uno de ellos. Asentí con la cabeza.
- Acompáñenos por favor.
Teresa no había tardado ni un suspiro en llamar a la policía después de quitarle la bufanda a Rubén.
Tuve que pagar una multa de 2000 euros, y tengo que realizar servicios sociales en los jardines de la ciudad, que me dejan exhausto; pero lo que no puedo soportar por más tiempo, son las brutales palizas que me dan a diario en el curso de "control de la agresividad" al que me obligan a asistir; ¡Y me quedan nueve meses!

sábado, 16 de agosto de 2014

La tribu perdida

Ocurrió por las buenas; aunque nada ocurre por las buenas; la electricidad dejó de fluir en todo el mundo. Los científicos buscaron la causa; llegaron a la conclusión de que los átomos habían perdido la capacidad de transmitir la energía. No comprendían cómo el resto de las propiedades de la materia seguían intactas.
Las consecuencias fueron fulminantes; el gobierno perdió la capacidad de control sobre la población, por lo que los estados desaparecieron. Poco a poco, las personas se fueron organizando de una forma más humana y efectiva, basándose en principios solidarios, y no competitivos. Fue un proceso difícil y doloroso, pero necesario.

El clérigo avanzaba por la selva siguiendo a los soldados, que espada en mano, se abrían paso entre la espesa vegetación. La sotana hecha jirones, y pegada al cuerpo por el sudor, le irritaba la piel, ya de por sí acribillada por los aguijones de los insectos. Las yagas de los pies producidas por las tiras de cuero de las sandalias, hacían de cada paso un tormento. Sólo su alma se mantenía altiva, por la fe que procesaba.
- ¡Aquí están! - grito uno de los soldados.
Ante sus ojos, se extendía un poblado de chabolas de madera. Los indígenas les recibieron con cordialidad, con una sonrisa permanente en la boca. No parecía existir ningún tipo de jerarquía social ni religiosa, y sin embargo, emanaba orden y paz en todos sus actos.
Mientras bebían y comían excelentes manjares, el cura y los soldados charlaban animadamente, contagiados por el espíritu festivo que reinaba.
- ¿Es ésta la tribu que quedaba por contactar?
- Así es.
- Pues es raro que no nos hayan recibido a pedradas éstos salvajes.
- Si, es cierto, pero no dejan de ser pobres criaturas descarriadas a las que hay que civilizar y conducir por los caminos de la fe y el amor a Dios.
Pasada la medianoche, el cura se levantó para estirar las piernas. Le llamó la atención una chabola más grande que el resto. Al entrar, vio una especie de altar a la luz de una antorchas. "Seguro que ofrecerán sacrificios humanos a algún terrible y monstruoso dios" - pensó escandalizado. El altar consistía en una mesa con un gramófono. Se acercó extrañado al extravagante objeto, sin comprender su utilidad. "Debo ser obra del diablo". Su curiosidad le llevó a girar la manivela del gramófono, creyendo que era la forma de hacerlo funcionar; las primeras notas de la 9ª sinfonía de beethoven salieron del altavoz, llenando de solemindad la estancia, ante la atónita expresión del monje.

domingo, 3 de agosto de 2014

Y se fue..........

Y se fue............
El día anterior discutimos, lo de siempre; odio que me hagan sentir culpable por ser como soy. Me cabreé mucho con ella, y me fui a la cama sin despedirme. Por la mañana, la dejé dormida en la cama, y me fui a trabajar. Al regresar, ya no estaba, se había llevado todas sus cosas, y la casa parecía vacía.
La busqué por los lugares que frecuentábamos; el Be-Bop, donde pasamos tantas veladas de jazz y cerveza, el wook donde comíamos a menudo; le encantaba la comida china. En el Be-Bop, el camarero me dijo que la vio hace poco. Estaba sola, se sentó en la mesa de siempre, y pidió un whisky. Se le veía como abstraída, concentrada en hacer tintinear los hielos en el vaso; hasta que se derritieron.
Por el wook también pasó, pero me dijeron que apenas comió, y ni siquiera pidió la salsa de ostras que tanto le gustaba.
Me di cuenta que apenas sabía nada de ella. No tenía móvil, y apenas me habló de su familia o de sus amigos. Sólo sabía que daba clases de yoga en el polideportivo. Allí la conocí. Llevaba una mala racha, y decidí apuntarme a unas clases de yoga, por hacer algo distinto. Nada más verla, quedé prendado. Parecía formar parte del mundo, de una forma natural, dejándose llevar, encajando en cada situación como un puzzle.
En el polideportivo, hablé con Luis, el conserje, un tipo agradable, que habla por los coros. Me enteré que habían suspendido las clases por falta de presupuesto. Ella no le dio mucha importancia; un día fue, se despidió de todos, cogió sus cosas, y ya está.

¿Y ahora qué? Sólo me ha quedado de ella un puñado de fotos, y sus zapatillas de casa. Tengo la sensación de que algo irremediable ha sucedido, y no me he enterado.

No volví a verla, pero desde que se fue, sufrí varios infartos; ¡a mi edad! Y es que según me diagnosticó el médico, una parte de mi corazón está muerta.


viernes, 27 de junio de 2014

La bailarina de la caja de música

Taca-taca, taca-taca, taca-taca, ta.
El sonido de la cuerda le despertó.
Taca-taca, taca-taca, taca-taca, ta.
Realizó unos rápidos estiramientos, tenía poco tiempo.
Taca-taca, taca-taca, taca-taca, ta.
"¡Vamos allá!".
La tapa de la caja de música se abrió, y la bailarina ejecutó sus giros, a ritmo de la melodía, con absoluta precisión.
La tapa se volvió a cerrar, y la bailarina cayó de nuevo en un profundo sueño.

De pronto se despertó; no escuchaba el sonido de la cuerda. Realizó los estiramientos, y esperó.
"Algo raro ocurre" - pensó.
Esperó y esperó,................................................
entonces se puso a soñar, aunque no estaba dormida.
Soñó cómo giraba y giraba,.................................
y la música sonaba y sonaba,................................
Sus piernas se flexionaron, sus brazos se abrieron en cruz,
y saltó y saltó,.......................................................
La música paró de repente, ¡se quedó muy quieta!, sonaron atronadores aplausos, miró a su alrededor; el teatro estaba lleno, el público en pie aplaudía entusiasmado.
Entonces escuchó el sonido de la cuerda,
Taca-taca, taca-taca, taca-taca, ta.
Estaba muy cansada.
Taca-taca, taca-taca, taca-taca, ta.
Suspiró.
La tapa se abrió, pero no se escuchó la música, ni la bailarina bailó.

Taca-taca, taca-taca, taca-taca, ta.
El sonido del motor le despertó.
Taca-taca, taca-taca, taca-taca, ta.
No tenía ganas de bailar.
Taca-taca, taca-taca, taca-taca, ta.
Se volvió a dormir.
El camión de basura se dirigía al vertedero.

viernes, 20 de junio de 2014

Las cinco orugas

El cuentacuentos se colocó en medio de los niños, que impacientes, esperaban sentados en el suelo.
- ¡Escuchar! - les dijo levantando los brazos. - Esta es la historia de las cinco orugas:

"Llegó el invierno, y la nieve cubrió el bosque. Las cinco orugas, consiguieron las cinco últimas hojas verdes que quedaban, y se las repartieron. La primera oruga, se comió la hoja; y murió de frío. La segunda oruga, se cubrió con la hoja; y murió de hambre. La tercera, se comió la mitad de la hoja, y se cubrió con la otra mitad; vivió algo mas que la primera y la segunda oruga, pero acabó muriendo de hambre y de frío. Las dos orugas que quedaron, se dieron calor con sus cuerpos, una a la otra, y se comieron cada una su hoja; y un buen día, vieron que de las yemas de los árboles, habían empezado a brotar tiernas hojas: Llegó la primavera."

El cuentacuentos, se quitó la nariz roja, el sombrero de copa, el chaleco de colores, y lo guardo todo cuidadosamente en la maleta. Al salir de la Casa de cultura, ya había anochecido, y hacía frío. Una lágrima corrió por su mejilla. Sólo él sabía la verdadera historia de las cinco orugas: de como, en realidad una de las orugas robó las hojas de las demás; con dos de las hojas se hizo una caliente morada, y con las otras tres, se atiborró de comida hasta que llegó la primavera. Huelga decir que las otras cuatro orugas, murieron de hambre y de frío.

sábado, 7 de junio de 2014

¡Estoy harta!

¡Estoy harta, cansada de madrugar, de tener que desayunar cereales porque tienen fibra, de ponerme pantalones ajustados porque están de moda, de vestir al niño y llevarle al colegio, de coger el autobús atestado de gente para ir a trabajar porque es más ecológico, de la dieta mediterránea, de no fumar porque mata, de leer la prensa para estar bien informado, de acostarme temprano para dormir 8 horas, de internet, las redes sociales y los correos ñoños; de reírte las gracias, de llorar en tu hombro, de las heridas que nunca cicatrizan, del miedo a la muerte, a que te vayas; de la hipocresía que decora la intolerancia, del honor que sustenta la impotencia, de los sueños rotos, de la prepotencia de los políticos, de las religiones y sus verdades absolutas, de la ciencia y su cruel determinismo, de las guerras necesarias, de la publicidad, los centros comerciales, el fútbol,..............................de esta inmensa soledad.
¡Ya está bien!, ¡lo dejo todo!, ¡me largo!
La cabra salió del apartamento y se fue al monte.


viernes, 30 de mayo de 2014

Música viva

Era sábado por la noche, pedí una "heineken" en botella, y me senté en una mesa cercana al escenario. Me gusta ver de cerca a los artistas, el lugar de donde nace la música. El trío formado por batería, contrabajo y saxo, tocaba estandares de "Duke"; una noche perfecta. Después de varios compases, desangelados por la falta de humo de los cigarros, el bajo empezó a desmembrarse entre menores y disminuidos, rajando los cristales de los cuadros que colgaban de las paredes; los latidos de la batería, se distanciaban de forma antinatural, a contratiempo, haciendo caer trozos de escayola del techo; el saxo chirriaba como una garganta herida. Se produjo fuego en la cocina, varios focos estallaron. Los músicos siguieron tocando, como si de la orquesta del Titánic se tratara. El suelo empozó a temblar, me agarré a la mesa, y caí con ella de espaldas. Ahora, el bajo ejecutaba endiabladas escalas imposibles en borbotones furiosos, la batería taladraba las paredes como si fuera metralla; del saxo, surgió un do sostenido manteniendo el espacio y el tiempo en su compás.................., y cayó, a modo de coda final, destrozando las paredes del local.
Me arrastré hasta la calle, ensangrentado y descompuesto, mientras los bomberos se afanaban por recuperar los cuerpos de  entre los escombros.

sábado, 3 de mayo de 2014

El hombre inexistente

El hombre entró en el ambulatorio y se sentó en la sala de espera. La enfermera entraba y salía de la consulta con la lista en la mano llamando a los pacientes con voz estridente. Se quedó solo. La enfermera se acercó.
- ¿Qué desea?
- Tenía hora a las 12 y media.
- ¿Cual es su nombre?
El hombre se lo dijo, y buscó en la lista.
- Pues no aparece. Bueno, entre de todos modos.

Luego fue a un bar para tomar algo. Se acercó a la barra, en la que los pinchos de ensaladilla se alternaban con los volovanes de bacalao y tortillas de patata rellenas. Pasaron 10 minutos, en los que el hombre observaba cómo el barman iba de un lado a otro de la barra bromeando con los clientes, mientras servía copas y cafés. Pasaron otros 10 minutos, nuevos clientes se acercaban a la barra para pagar o retirar sus consumiciones. Al rato, salió del bar sin haber sido atendido.

Fue a su casa y encendió el ordenador. La bandeja de entrada del correo estaba vacía. Abrió su blog personal, el contador de visitas marcaba un cero. Apagó el ordenador y llamó por teléfono: "En éstos momentos todas nuestras líneas están ocupadas. En breves momentos le atenderemos. Manténgase a la espera". Una música insulsa sonó en el  auricular. A los 2 minutos la máquina repitió sus palabras, y de nuevo la insulsa música. Tras escuchar por 6ª vez las mismas palabras, colgó.
Se quedó sentado en la butaca, inmóvil, con los ojos muy abiertos, los brazos apoyados en el reposabrazos, los escasos rayos de sol que se colaban por las rendijas de la persiana se iban debilitando.
- ¡Ya está bien! - gritó, golpeando el sillón con los puños.
Se levantó, entró en el laboratorio, se puso la bata blanca, y se puso a trabajar. Pasó una semana encerrado en él. El primer día creó los cielos y la tierra,........................................, el sexto creó al hombre, el séptimo descansó.


martes, 15 de abril de 2014

Pactos con el diablo (parte 3º)

Capítulo 5

al llegar a casa, me encontré en el contestador un mensaje de Miguel, así que le llamé.
- ¿Miguel?, hola soy Rubén.
- ¡Hola tío!, ¡Qué pasa!
- Parece que has encontrado algo sobre el tema que te comenté.
- ¡Bueno!, ¡es una historia alucinante!. Resulta que en el solar de "Bilate" Se levantaba una ermita dedicada a San Miguel  Arcángel, ¡Qué casualidad, eh!; pues bien, llevaba años abandonada; sin embargo, empezaron a oírse rumores sobre misas negras que se celebraban en su interior, coincidiendo con la desaparición de niños de corta edad. Se denunció el hecho a las autoridades, pero no hicieron nada al respecto, ¡y alucina!, ¿sabes qué ocurrió?
- No, sigue.
- pues que los vecinos del barrio, comandados por el párroco, el Padre Carlos, fueron una noche, la rociaron con gasolina, y prendieron fuego. Dicen que en ése momento, estaban celebrando una misa negra, y los participantes, murieron, tan negros cómo la misa que celebraban.
- ¿ Y no trascendió el asunto?
- ¡Qué va!, el asunto fue llevado en el más absoluto de los secretismos, ya que se comentaba que entre los fallecidos, se encontraba Elías Ferrer, el entonces ministro de obras públicas, y su mujer.
- ¡Pues si que es una buena historia! - dije tras una pausa.
- Y que lo digas, pienso escribir sobre ello.
- Yo que tú, esperaría, puede ser peligroso.
- ¿Peligroso?
- Si, quizás los rumores que corrieron sean ciertos, y la cosa podría estar caliente todavía. Te mantendré informado.
Misas negras, linchamientos, desaparición de niños, chantajes,................................, la cosa era más compleja y peligrosa de lo que parecía..

"¡Eres mío!, ¡eres mío!,.................................."
Me desperté sudando y con el corazón desbocado. " ha sido una pesadilla" - pensé. Todavía tenía en la cabeza al imagen del diablo, con patas de cabra, y mi corazón en la mano. No pude volver a dormirme.

Capítulo 6

El día parecía que no quería amanecer, y que el viento y la lluvia le empujaran a ello. De mala gana, fui a la oficina. Allí estaba David, como un corpulento yeti.
- ¡Vaya!, hoy has madrugado - le dije - Al que madruga Dios le ayuda.
- Será porque Dios tiene insomnio, y se aburre - me respondió, tan pragmático como siempre.
-Yo tampoco duermo bien últimamente.
- ¿Por el tema del parque?
- Si, es más complicado de lo que parece.
- ¿Complicado?, si se trata de vender humo, lo que hacemos siempre.
Decidí contarle todo el asunto. Su espíritu práctico, podría aportar algo de luz al mío, hundido en la penumbra. Escuchó atentamente la historia, y poniendo una mano en mi hombro, me dijo:
- Esta noche iremos allí, y veremos que secretos esconden esas siniestras tierras.

Al salir de la oficina, me reuní con David en el parking. Me esperaba con una furgoneta cargada con palas, picos, y una cizalla. Nos montamos en la furgoneta y nos dirigimos al solar de "Bilate" Apenas hablamos durante el trayecto; un aire casi místico nos obligaba guardar un respetuoso silencio.
- Bueno, ya estamos - dijo David parando la furgoneta - ¿donde encontraste la trampilla?
- Cerca del río, allí, al lado de la higuera.
Fuimos con la furgoneta hasta la higuera. Seguía lloviendo a jarros.
- ¿Por qué no lo dejamos para otro día? - le dije.
- ¿Y pasarte otra noche en blanco?, ¡venga hombre!, cuanto antes zanjes el asunto, mejor para ti.
Tenía razón, pero la inquietud que me había perturbado durante todo el día, estaba aumentando de manera alarmante. Nos pusimos chubasqueros, botas de goma; cogimos las palas, y nos pusimos a quitar la tierra que ocultaba la trampilla, bajo la luz de los faros de la furgoneta. La lluvia, que empapaba la tierra, nos facilitó el trabajo. Una vez quitada la tierra, vimos una cadenas que impedían abrir la trampilla. David cogió la cizalla, y la rompió.
- ¡Vamos allá! - dijo.
Cogimos unas linternas, y abrimos la trampilla. Unas crujientes escaleras nos llevaron hasta una amplia estancia. Los haces de luz de las linternas, iban formando lo que parecía "El jardín de las delicias", de"El Bosco": Imágenes de demonios, torturas, violaciones,.................... Una gran cruz invertida presidía el lugar, frente a la cual había un altar de mármol negro con grilletes, y dibujada en el suelo, una gran estrella de David.
De pronto, se oyó el ruido de un interruptor, y varias fluorescentes iluminaron el recinto. De los lados de la cruz, salieron 2 filas de personas encapuchadas, con túnicas negras, que se pusieron de espalda a las paredes, dejándonos a David y a mí en medio. Eran 11.
Una persona encapuchada, con túnica roja, ocupó el centro del altar.
- Buen trabajo hermano David - dijo -  serás recompensado como te prometimos. Ocupa tu lugar.
Uno de los encapuchados, le dio una túnica negra con capucha, se la puso, y se colocó al lado del resto de encapuchados, de espaldas a la pared.
Yo estaba paralizado por el terror.
- Bien Rubén - dijo el hombre de la túnica roja - ha llegado la hora de que pagues tu deuda.
- ¡Qué deuda! - grité, saliendo del estado de pánico en el que me encontraba.
- La que heredaste de tus padres.
- ¿Mis padres?
- Elías Ferrer, y Marta Fernández, tus verdaderos padres.
- ¡Ellos no son mis padres!, ¡mis verdaderos padres murieron en un accidente de tráfico cuando era un bebé!
- Eso es lo que te dijeron. En realidad murieron quemados, justo encima de donde te encuentras, ¡quemados por la estupidez de los que nunca disfrutarán del poder de Satán! Sólo uno de nuestros hermanos, con un bebé en brazos, logró escapar. ¡El bebé eras tú!
- ¿Y que pinto yo en todo éste asunto?
- Tu sangre era la ofrenda que tus padres ofrecieron a Satán por sus favores, y al no derramarse, los condenó a ellos, y a todos nosotros, al calvario de la infortuna. Sólo después de muchos años, nos dimos cuenta que sólo consumando la ofrenda volveríamos a gozar de los favores de nuestro rey.
Sabía que aquello que decía era cierto; lo sabía desde hacía mucho tiempo. Su comprensión, llenó el vacío insondable de mi estómago.
- Vamos Rubén, acércate; llegó la hora de cumplir con tú destino.
Fui hacia el altar, me desnudé, y me tumbé sobre el frío y negro mármol del altar. El Sumo Sacerdote de Satán, me puso los grilletes y cogió un cuchillo. Su filo, rebanó mi pecho buscando el corazón. Luego, la negra paz.



domingo, 13 de abril de 2014

Pactos con el diablo (parte 2ª)

Capítulo 3

Fui al ayuntamiento, y con la excusa del trabajo publicitario que teníamos que realizar, les pedí todo el papeleo concerniente al solar.
- ¿Para qué quiere ver todo ese papeleo?, no es más que burocracia - me dijo un hombre, que parecía un mueble más en la pulcra y fría recepción del ayuntamiento.
- La publicidad es un trabajo creativo, y la inspiración puede venir del más insignificante de los detalles - le dije lleno de pompa.
- Usted verá. Acompáñeme.
Bajamos 2 plantas, y entramos en una habitación rectangular con las paredes forradas de archivadores, y  en medio, una mesa con sillas. Era igual de fría e impersonal que la recepción, y el hombre que me acompañaba. Los archivos estaban ordenados por fechas, así que busqué las fechas aproximadas que me había dado Miguel, sobre la proposición de construir un centro comercial en "Bilate". No tardé mucho en encontrar el documento en el que  se denegaba el permiso de edificación por riesgo de inundación. Estaba firmado por Juan ferrer, concejal de urbanismo. También encontré el informe del perito, Pedro Lacosta, que dictaminaba la imposibilidad de construir en la zona, por la inestabilidad del terreno.
El siguiente paso, era hablar con Pedro Lacosta, el perito. Estaba realmente excitado en mi papel de detective. Encontré su número de teléfono en las páginas amarillas, y le llamé.
-¿Pedro Lacosta?
- Si, soy yo.
- Hola, le llamo de al empresa de jardinería "lorebide". El ayuntamiento nos ha contratado para la construcción de un parque en "Bilate", y hemos recibido referencias sobre un estudio que usted hizo sobre el lugar.
- "Bilate".........., si, si, pero mejor si hablamos personalmente del asunto, si no le importa. Es un tema delicado.
Sentí un ligero temblor en su voz al pronunciar ésta última frase.
Quedamos en un bar. Se presentó a la hora acordada. Era bajo y delgado. Sus inquietos ojos negros miraban por detrás de unas gafas de pasta, como queriendo encaramarse a ellas.
- ¿Rubén? - me dijo acercándose a mi mesa.
- Si, siéntese.
Le ofrecí una silla.
- Tutéame hombre, que los dos peinamos canas.
Pedimos un par de cafés.
- ¿Por qué me dijiste que era un tema delicado?
- Mira - dijo bajando la voz - en éste asunto hay mucho pez gordo implicado. ¿Crees que un simple concejal podría paralizar unas obras que iban a suponer millones de euros para unos cuantos bolsillos?
- Pero si el informe que hiciste es correcto, allí no se puede edificar nada.
- ¡Pero no lo es!, ¡me obligaron a escribirlo! - sus pequeños ojos se llenaron de temor.
- ¡ y volvería ha hacerlo ! Tengo hijos ¿sabes?
Se recostó en la silla, y perdió su vista en la memoria.
- Por entonces, se produjo en la zona la desaparición de varios niños de corta edad. Se las atribuyeron a la mafia rusa, pero no fueron ellos. Lo sé porque 2 días después de que el ayuntamiento me comendara el estudio del solar de "Bilate", me encontré un el buzón una nota anónima.
Sacó un papel doblado del bolsillo interior del abrigo y me lo dio. Le temblaba la mano. Ponía lo siguiente:
"Si no haces un informe desfavorable a la construcción del centro comercial en "Bilate", tu hija será la próxima en desaparecer."

Capítulo 4

No dormí bien esa noche. Era como si un trozo de realidad hubiera rasgado el velo de la apacible cotidianidad.
El autobús, la oficina, David con su puro,..............., parecía que todo seguía en su sitio. Abrí el correo del ordenador. Me habían mandado como todos los meses, los resultados de la cotización en bolsa de la empresa : ¡Había subido varios puntos! "- ¿Cómo es posible?" - pensé ,"-  ¡si no hay dinero ni para pagar los sueldos! Entonces, recordé lo que me había dicho David sobre la venta de la empresa a "Publinova", y comprendí lo que sucedía : Cuanto más alta sea la cotización en bolsa, más dinero sacarán con su venta, de ahí también la falta de información sobre nuestro futuro. La suerte estaba echada; la compra de la empresa por "Publinova", supondría el cierre de nuestra oficina, ya que "Publinova" disponía de varias sucursales en España, que funcionaban a la perfección, y la nuestra, que apenas generaba negocio, supondría un estorbo. Salí disgustado del despacho, por la indefensión en la que nos dejaba la lógica deshumanizada del mercado, y me encontré de bruces con Luisa, que había recuperado la sonrisa.
- Se te ve radiante - le dije.
- Si, te invito a un café.
Sacó un par de cafés de la máquina, y nos pusimos a charlar.
- ¿Van mejor las cosas por casa? - le pregunté.
- Si, es increíble cómo cambian las personas.
- Lo dices por tu hermana.
- Si, sabes que hacía años que no nos hablábamos, desde que le eché en cara que yo tenía que cuidar de muestra madre mientras que ella vivía tan tranquila, dedicada exclusivamente a su trabajo; sin embargo, en cuanto le llamé y le conté mi situación, vino con las maletas en la mano, y me dijo que no me preocuparía de nada, que se quedaría el tiempo que hiciera falta.
- ¿No tiene familia a la que cuidar?
- No, es diseñadora, y le va muy bien. Para ella, el trabajo ha sido siempre lo principal; sin embargo, ahora piensa que lo primero es la familia, ¡ya ves!
- ¡Vaya!
- ¿Y qué es de la tuya?, apenas hablas de ella - me dijo Luisa tras una breve pausa.
Noté una pequeña presión en el estómago que me impedía respirar.
- Bueno, ya sabes que soy huérfano. Supongo que nunca sabré realmente lo que significa tener una familia.
- ¿Y por qué no has formado tu propia familia?
- No sé, quizás no haya encontrado a la persona apropiada.............,perdona - le dije de pronto -, tengo trabajo pendiente.
Me encerré en mi despacho con llave y me tumbé en la butaca: Era un vacío abriéndose paso en mi estómago lo que cortaba mi respiración.



miércoles, 9 de abril de 2014

Pactos con el diablo (parte 1ª)

Capítulo 1

Fuera del autobús todavía era de noche. Las ventanas reflejaban el interior de la bestia, que embestía la oscuridad con paso firme. Pulsar el botón de parada fue casi un ruego, que pareció molestar al conductor. Las puertas se abrieron, me quedé unos segundos mirando fuera: Tenía que elegir entre la fría indiferencia de la bestia, o la ignota oscuridad.
- ¡ Bajas o qué! - escuché. La inercia empujó mi cuerpo a fuera, cruzando la grieta. Recorrí maquinalmente el conocido paisaje de fachadas y farolas hasta llegar a la oficina, una pequeña sucursal perteneciente a  una monstruosa multinacional de publicidad; donde se abría una nueva grieta, en la que caíamos diariamente todos los que trabajábamos allí: Lucio, el conserje; David, el comercial; Marcos y Luisa, los técnicos; y yo, el gerente. Formábamos un pequeño grupo de personas que naufragaban en medio de un mar en continua marejada; pero el bote se hundía, llevábamos 2 meses sin cobrar, y los rumores sobre el cierre de la sucursal se convirtieron en  un monótono canto de sirenas. Ya ni siquiera se hablaba del tema; tan sólo esperábamos.

Era el primero en llegar a la oficina. Me gustaba la atmósfera que impregnaba el lugar a esas horas. El silencio otorgaba dignidad a todos aquellos útiles, desprendidos de los egos de quienes los poseían. Me sentaba delante del ordenador y ojeaba los diarios digitales, mientras me tomaba el 2º café del día.
El siguiente en llegar era David, el comercial; que fichaba, hacía alguna broma de mal gusto, y se iba dejando un reguero de olor a puro y Colonia. Sin embargo, últimamente se quedaba en la oficina más tiempo de lo habitual, ya sea por el paralizado mercado en el que nos movíamos, o por la falta de expectativas laborales. Entró en mi despacho silbando y con la manos en los bolsillos, y acercó su simiesco rostro a la pantalla del ordenador.
- Que, mirando las esquelas para ver si tienes que ir a un jodido funeral, y dar palmaditas en la espalda a gente que no has visto en un siglo.
- Quizás sea la esquela de mi mejor amigo lo que estoy buscando.
- Peor todavía. Menudas ganas te quedarían de escuchar los topicazos que se sueltan en esos casos, cuando no hay nada que decir.
Aunque sea un bruto, pensé, dice verdades como puños.
- ¿Podrías apagar el puro? - le dije - mis pulmones te lo agradecerían.
- ¡Perdona hombre! - se disculpó - pero sus labios fruncidos no lo hacían.
- He recibido un correo del departamento de obras públicas del ayuntamiento.
- Que, estamos ya en elecciones, y hay que empezar a construir lo que sea.
- Se trata de la inauguración de la obras en un solar, para la construcción de un parque. Lo extraño es que es una zona próxima a un río, y se inunda cada vez que caen 4 gotas de más.
- Pues podríamos vender un aquapark para la época de lluvias.
- No es mala idea. No sé, hay algo que me huele mal.
- Los políticos apestan, ya lo sabes; pero para eso nos pagan ¿no?, para perfumar sus orondos culos.

Al salir de la oficina cogí de nuevo el autobús para ir al solar donde querían construir el parque. Fue una decisión que se coló en mi mente como una orden. El solar estaba a las afueras de la ciudad. Se trataba de un campo de zarzas y malezas al lado de un río, en cuyas orillas crecían higueras y cipreses. El murmullo del río apaciguaba un poco la inquietud que me llenaba; esta se incrementó al ver varias ratas removiendo la tierra y atacándose entre ellas. Apenas se inmutaron al verme. Me acerqué al lugar donde escarbaban las ratas; tuve que ahuyentarlas con un palo. Entre la tierra removida, distinguí las planchas de metal de una trampilla. Aparté la tierra y las golpeé con la planta del pie. El eco me indicó que debajo debía haber algún tipo de construcción. Pensé en los refugios anti tornados que construyen los americanos en las llanuras de Oklahoma; aunque sería más acertado pensar en un refugio anti nuclear, ya que tornados, por aquí no es que abunden, sin embargo, paranoicos los hay por todas partes. Pero ¿Por qué en un lugar tan alejado? De pronto recordé que el autobús estaba a punto de llegar, y era el último, por lo que me acerqué a la parada. Una sensación de miedo y asco saturó mi estómago al ver que las ratas seguían allí, observándome, esperando un descuido por mi parte. Llegó el autobús: La bestia, cansada de dar coletazos entre las atestadas carreteras, volvía a su cubil para lamer sus heridas; pero antes tendría que realizar una última parada para complacer a su dueño.

Capítulo 2

Luisa estaba sentada muy recta, y ensimismada, junto al aparato suministrador de agua de la oficina, con un vaso en la mano. Parecía estar dentro del aparato, sólo le faltaba abrir y cerrar la boca como  si fuera un pez. Intenté sumergirme con ella, aunque no se me daban muy bien estas cosas.
- ¿Qué tal tu madre?
- Bien, bien. Mi hermana viene esta tarde - me dijo sin quitar la mirada del vaso. La madre de Luisa tiene Alzheimer, y ha tenido que llamar a su hermana, con la que no se habla desde hace años, para que cuide de ella, ya que la persona que lo hacía, se despidió por que no le pagaba.
- Oye, si quieres hablo con administración para ver si puedo conseguirte un adelanto del sueldo.
Me miró fijamente, y movió la cabeza reprochándome mi estupidez.
- Perdona - le dije azorado.
Me volví a mi despacho mirando a todas partes y levantando las cejas, como disimulando.

Estaba intrigado por lo que había debajo del solar donde querían construir el parque, así que llamé a Miguel, un conocido, que trabaja como periodista freelance.
- ¿Miguel?
- ¿Si?
- Soy Rubén.
- ¡Hombre tío!, ¡qué tal!, ¡hace tiempo que no se nada de ti!, ¡cómo te va!
- Bien, bien habrá que decir con la que está cayendo. Oye, necesito una información.
- ¿De qué se trata?
- Del solar que el ayuntamiento tiene en Bilate, al lado del río. ¿Sabes si hubo algún tipo de construcción anteriormente?
- No, pero puedo investigarlo.
- Te lo agradecería.
- Lo que si puedo decirte, es que en esos terrenos quisieron construir un centro comercial, e inexplicablemente se denegaron los permisos.
- De haberlo hecho, las arcas municipales se hubieran llenado.
- Así es, pero algún desacuerdo con el tema de los seguros dio al traste con el asunto.
- Qué extraño.
- Bueno, cuando consiga la información te llamo.
- De acuerdo, gracias.
"- ¿Deniegan los permisos para construir un centro comercial, y ahora quieren construir un parque?" - pensé.  "- Aquí hay algo que no cuadra".

A media tarde, David entró en mi despacho con un par de cafés y unos donuts.
- ¡Hora de merendar!
- Gracias, pero no debo comer estas cosas.
- Tonterías, cuando se ponga de moda lucir carnes, todos a comer grasas saturadas. Por cierto - me dijo mientras untaba un donut en el café -, acabo de hablar con Rafa, un colega que trabaja en "Publinova", la competencia, me ha dicho que su empresa va a comprar la nuestra.
- ¡Más rumores!
- No creas, Rafa es un tipo con contactos, y no habla por hablar.
- Oye David, ¿qué harías si cierran la oficina?
- Bueno, heredé de un tío mío un viejo caserío. Algún día me gustaría reconvertirlo en una casa rural; pero hace falta mucha pasta, y la pensión que tengo que pasar a mi ex-mujer y a los niños, me deja el bolsillo pelado.
- Los errores del pasado se pagan en el presente.
- Nadie sabe que son errores hasta que ve las consecuencias. Las cosas pasan sin darte cuenta.
- Bueno, deja de filosofar que la vida son dos días.


viernes, 7 de marzo de 2014

Freno motor

La cuesta era muy pronunciada. Se trataba de una autovía de montaña que partía en dos un precioso valle.
 El coche iba cada vez más rápido:
                                                 "UTILICE EL FRENO MOTOR"
Escuchaba música heavy de los 80, su década dorada: Iron Maiden, AC/DC, Saxon, Judas Priest,.............. Cada época tiene sus iluminados.
La música sonaba cada vez más alta.
Había coches destrozados en los andenes. Un hombre ensangrentado, con chaleco fluorescente, me hacía señas con los brazos.
El coche iba cada vez más rápido:
                                                 "UTILICE EL FRENO MOTOR"
El reproductor, con la función "random", saltaba de una canción a otra, todas ellas trocitos de un pasado en el que todavía existía la magia.
La música sonaba cada vez más alta.
Había fuego y casas destruidas. Atropellé a la chica de la curva, ¡no tengo tiempo para espíritus!
El coche iba cada vez más rápido:
                                                  "UTILICE EL FRENO MOTOR"
Oí una explosión, había reventado un neumático. El coche dio varias vueltas de campana antes de caer por el barranco.

martes, 4 de febrero de 2014

Una nueva canción

Se miró al espejo, recogió las mangas de la camisa, se puso las gafas de sol y metió las manos en los bolsillos: "- ¡Perfecto! Luego, agarró la guitarra acústica por el mástil, y salió a la calle mientras se atusaba el pelo.

El concierto era en plena calle. "-20 minutos, unas 5 canciones,............ Menos es nada."
El público estaba formado por un grupo de chavales, que no paraban de reír y fumar; unos niños bailando ante la alelada mirada de los padres; y el típico principiante, que comparaba cada gesto mío con el que él hará cuando sea famoso.
Despedí el concierto con un lacónico "gracias", y me fui a casa con mi guitarra acústica agarrada por el mástil.

"Se me da bien componer canciones. No se solfeo, pero tengo "oído" para la música, y bastante intuición. Aunque a veces pienso que es una maldición: Tener talento, y que nadie a tu alrededor sepa apreciarlo. La verdad, no se porqué sigo con esto, ¡a mi edad!, ahora que la vida se ha convertido en una discreta cuesta abajo hasta el final..............."

La expectación era impresionante; hacía meses que se habían vendido todas las entradas; incluso se iba a retransmitir el evento a todo el mundo por internet.
Se apagaron los focos, el griterío era ensordecedor; una luz iluminó el centro del escenario, y hacia allí se dirigió con sus gafas de sol, las mangas de la camisa recogidas, y la guitarra acústica agarrada por el mástil. Se colgó la guitarra, se atusó el pelo, se puso delante del micrófono, y cantó su nueva canción, ante un público enfervorizado.

Bajó del autobús y subió corriendo las escaleras de casa. Cogió la guitarra, y se puso a cantar: ¡Se le había ocurrido una nueva canción!


viernes, 31 de enero de 2014

Músicos callejeros

Eran rusos. El alto y delgado golpeaba, con lo que parecían 2 cucharas de madera, un xilófono, también de madera. Aquel instrumento, requería de una terrible precisión y destreza, por parte de su ejecutor, para poder tocar aquellas endiabladas melodías rusas tan conocidas. Su compañero, bajo y grueso, exhibía una perenne sonrisa mientras insuflaba aire en un viejo acordeón que parecía la prolongación de sus manos. No era la primera vez que les veía tocando allí.

Seguro que habían recibido la impecable formación musical de la que hacían gala los conservatorios de la antigua Unión Soviética; y seguramente, habrían formado parte de una de las grandes orquestas del régimen. Seguro también, que cruzaron el telón de acero con sus instrumentos bajo el brazo en busca del sueño europeo, y después de muchos años de duelos y quebrantos, ¡aquí están, en las fiestas de mi ciudad, mendigando unos euros! Me quedé un rato escuchando la popular melodía rusa, que invitaba a  ponerse de cuclillas y cruzar los brazos, y les eché 1 euro en la funda del acordeón, que habían puesto en el suelo a modo de "bolsa de limosnas".

Volví a pasar por allí, y contemplé la misma imagen: El alto y delgado concentrado en su instrumento, y el bajo y grueso sonriente, con la mirada perdida en las nubes, tocando la misma contagiosa canción. "¿Es que no saben otra?" Pensé. Esta vez, esperé a que la terminaran para escuchar alguna otra de su repertorio; pero la canción se repetía y se repetía una y otra vez.Parecía que el tiempo había quedado atrapado en un bucle infinito. -¡Perdonen!- les dije. Parecía que no me escuchaban; seguían tocando y tocando la misma melodía.
De pronto, todo se nubló. Lo siguiente que vi, fue un coche destrozado contra un muro. Dentro del coche, el equipo de música reproducía aquella canción rusa tan popular una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.................

viernes, 17 de enero de 2014

El depósito de vehículos

  Fui a Pamplona para ver un concierto: "Xurso Mares" estrenaba su último disco en "El bardo escaldao". La que estaba siendo una velada magnífica, se convirtió en la más extraña de mi vida.

Todo empezó cuando llegué al lugar donde había aparcado el coche: ¡No estaba! Lo primero que pensé es que me lo habían robado; pero, ¿quién iba a robar un "Daewoo" de 2ª mano? En el suelo donde había aparcado distinguí una pegatina verde con un número de teléfono y la matrícula de mi coche; la grúa se lo había llevado. El sitio estaba mal señalizado, y por donde entré no se veía la señal de "sólo residentes". Por lo menos me caerían 100 euros por la grúa, y luego la multa. ¡Me iba a salir caro el concierto! Pregunté por el depósito de coches, y hacia allí me dirigí con la intención de montar una buena bronca; es lo único que te queda cuando chocas contra los muros de la intolerancia, mal llamada ley.

El depósito de coches se encontraba en las afueras, a unos 3/4 de hora de allí. Hacía un frío que pelaba, aunque mi cabeza hervía barruntando los improperios que pensaba soltar al funcionario de turno. Al llegar, me encontré con un solar invadido por malas hierbas. En medio, había unas escaleras que se hundían el el suelo, y al lado un ascensor con un cartel que indicaba que en el -4 se encontraba el depósito de vehículos. Llamé al ascensor, y en pocos segundos las puertas se abrieron ofreciéndome un bochornoso espectáculo de arte urbano. Digo bochornoso, por los obscenos grafitis que decoraban las paredes y los techos, que junto al olor a orines y los espejos rayados, daba la impresión de que me llevaría  hasta los más bajos fondos de la ciudad. Apreté el botón para bajar al depósito. El exagerado murmullo del motor y las constantes sacudidas, socavaron mi ya mermada seguridad. Se iluminó el -4 en el panel del ascensor, ¡pero éste siguió bajando! La rabia inicial se fue convirtiendo en incertidumbre, luego en temor, y a medida que el ascensor bajaba y bajaba, en pánico. Me acurruqué de cuclillas en una esquina, y esperé a que acabara la pesadilla. Al cabo de unos 40 minutos el ascensor paró, y las puertas se abrieron. Fuera estaba oscuro. Las escasas fluorescentes del techo emitían una luz mortecina. Me levanté despacio y salí del ascensor. A unos metros, se extendían hileras de cabinas telefónicas perfectamente alineadas. Me acerque tiritando por la humedad del ambiente, y mareado por un fétido y penetrante olor. Al llegar a las cabinas, el corazón se me paró por un instante: Dentro de ellas cientos de esqueletos reflejaban todavía, en sus cuencas vacías y mandíbulas abiertas, los signos de un final atroz; algunos incluso conservaban anudada al cuello la corbata con la que habían puesto fin a su vida. Me alejé corriendo de allí y volví al ascensor, donde apreté compulsivamente el botón del -4. Las puertas se cerraron; pero en vez de subir, el ascensor siguió bajando. Me sentí aliviado, lo único que quería era escapar del macabro lugar en el que había estado. Me vino a la cabeza la imagen de "los Guerreros de terracota"; pero en éste caso  la inmolación se llevó a cabo en honor a un demonio, y no a un emperador.

Al cabo de unos 90 minutos el ascensor volvió a pararse. Las puertas se abrieron. Esta vez sì que me encontraba en  un depósito de vehículos; pero ¡los vehículos no eran de ésta mundo! ¡Eran Ovnis! Paseé fascinado entre aquellas estructuras metálicas con forma de platillo, cilindro, esfera,..........; que desde adolescente habían llenado mi imaginación de magia y misterio. Mi mente no podía ni quería racionalizar nada, tan sólo vagar por el increíble mundo que se hacía realidad delante de ella. El lugar parecía extenderse sin fin. Cuando me cansé, volví al ascensor. Apreté de nuevo el botón del -4, y como me imaginé, el ascensor siguió descendiendo. ¿A dónde me llevaría ahora?.

Ésta vez pasaron más de 3 horas hasta que el ascensor volvió a detenerse. Las puertas se abrieron. El lugar donde me encontraba estaba bien iluminado. Tubos de aire acondicionado recorrían el techo. La temperatura era más bien fresca, la ideal para el mantenimiento de la colosal red de ordenadores que se extendía hasta donde se perdía la vista. Me dedico al diseño de juegos  de ordenador; por lo que comprendía muchos de los comandos que aparecían y desaparecían en las pantallas alineadas frente a mí: Eran los que yo utilizaba para recrear los mundos virtuales en los que miles de jóvenes, y no tan jóvenes, se sumergían durante horas y horas. La complejidad de todo aquello me hizo sospechar que los últimos estudios sobre sistemas cuánticos no eran una  simple línea de investigación, sino una realidad que tenía frente a mi. ¿Qué fin tenía? ¿Estaría relacionado con el mundo, que creemos, real? ¿Estaríamos conectados de alguna manera a todo aquello?. Pensé en buscar su fuente de alimentación, para desconectarlo y ver que sucedía; pero éste pensamiento me sumergió en la más terrorífica y desolada de las angustias, que me paralizó por completo. Aturdido, me dirigí de nuevo al ascensor. Me sentía como si hubiera cometido el más aberrante de los actos que se puedan cometer, aunque hubiera sido sólo de pensamiento. Temblando de pies a cabeza, volví a pulsar el botón del -4; el ascensor siguió descendiendo y descendiendo............................

Pasaron horas, días, semanas; perdí la noción del tiempo. Caí en una especie de letargo por el hambre y el continuo murmullo del motor; hasta que se paró, y las puertas se abrieron. Había llegado al final: "Vi escritas estas palabras con caracteres negros en el dintel de una puerta: Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada: la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la Divina Potestad, la Suprema Sabiduría, y el primer Amor. Antes de mí, no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!".(1)

(1) Extracto de "la Divina Comedia" de Dante Alighieri, en el que Dante acompañado de Virgilio llegan a las Puertas del Infierno.





miércoles, 8 de enero de 2014

Día de cumpleaños

Por fuera

Hoy, todas las personas que me conocen me han deseado felicidad. Las más cercanas incluso me han hecho regalos.
Después de comer, mi mujer ha sacado una tarta del frigorífico, ¡con nada menos que 46 velas!, las ha encendido una a una, y me ha dicho que formulara un deseo antes de apagarlas soplando. Así lo hice, aunque no se me ocurrió ningún deseo.
Al salir del trabajo he quedado con mis amigos, que han insistido en tomar algo conmigo. Fuimos  a un bar y bebimos y bromeamos hasta que cerraron. Tuve que pagar las copas.
Ha sido un día extraño.

Por dentro

Hoy, todas las personas que me conocen saben que es el día más importante del año para mí. Por eso me han felicitado y me han hecho regalos.
Hoy termina un ciclo y empieza otro nuevo. Por eso, apago las 46 velas que representan el pasado, e ilumino el futuro con la luz de mis deseos.
Al salir del trabajo he quedado con mis amigos, para celebrar que el destino no ha unido para  crear la realidad que nos toca vivir y transformar.
Ha sido un día magnífico.

sábado, 4 de enero de 2014

El nuevo gen

El simio miraba ensimismado la luz procedente de la superficie rectangular del monolito.

La pequeña estructura helicoidal se movía lentamente en el plasma de la célula, buscando otras estructuras similares con las que fusionarse. La disposición de sus proteínas era distinta a las del resto, por lo que tardó bastantes microsegundos en encontrar la posibilidad real de un enlace permanente. Pero lo consiguió, y una nueva estructura helicoidal, nunca vista hasta entonces, empezó a reproducirse al multiplicarse la célula que la albergaba.

Una vez acabado el proceso, la luz del monolito se extinguió; y la televisión se apagó, dejando al simio a oscuras en el sofá de la sala.