Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

miércoles, 9 de abril de 2014

Pactos con el diablo (parte 1ª)

Capítulo 1

Fuera del autobús todavía era de noche. Las ventanas reflejaban el interior de la bestia, que embestía la oscuridad con paso firme. Pulsar el botón de parada fue casi un ruego, que pareció molestar al conductor. Las puertas se abrieron, me quedé unos segundos mirando fuera: Tenía que elegir entre la fría indiferencia de la bestia, o la ignota oscuridad.
- ¡ Bajas o qué! - escuché. La inercia empujó mi cuerpo a fuera, cruzando la grieta. Recorrí maquinalmente el conocido paisaje de fachadas y farolas hasta llegar a la oficina, una pequeña sucursal perteneciente a  una monstruosa multinacional de publicidad; donde se abría una nueva grieta, en la que caíamos diariamente todos los que trabajábamos allí: Lucio, el conserje; David, el comercial; Marcos y Luisa, los técnicos; y yo, el gerente. Formábamos un pequeño grupo de personas que naufragaban en medio de un mar en continua marejada; pero el bote se hundía, llevábamos 2 meses sin cobrar, y los rumores sobre el cierre de la sucursal se convirtieron en  un monótono canto de sirenas. Ya ni siquiera se hablaba del tema; tan sólo esperábamos.

Era el primero en llegar a la oficina. Me gustaba la atmósfera que impregnaba el lugar a esas horas. El silencio otorgaba dignidad a todos aquellos útiles, desprendidos de los egos de quienes los poseían. Me sentaba delante del ordenador y ojeaba los diarios digitales, mientras me tomaba el 2º café del día.
El siguiente en llegar era David, el comercial; que fichaba, hacía alguna broma de mal gusto, y se iba dejando un reguero de olor a puro y Colonia. Sin embargo, últimamente se quedaba en la oficina más tiempo de lo habitual, ya sea por el paralizado mercado en el que nos movíamos, o por la falta de expectativas laborales. Entró en mi despacho silbando y con la manos en los bolsillos, y acercó su simiesco rostro a la pantalla del ordenador.
- Que, mirando las esquelas para ver si tienes que ir a un jodido funeral, y dar palmaditas en la espalda a gente que no has visto en un siglo.
- Quizás sea la esquela de mi mejor amigo lo que estoy buscando.
- Peor todavía. Menudas ganas te quedarían de escuchar los topicazos que se sueltan en esos casos, cuando no hay nada que decir.
Aunque sea un bruto, pensé, dice verdades como puños.
- ¿Podrías apagar el puro? - le dije - mis pulmones te lo agradecerían.
- ¡Perdona hombre! - se disculpó - pero sus labios fruncidos no lo hacían.
- He recibido un correo del departamento de obras públicas del ayuntamiento.
- Que, estamos ya en elecciones, y hay que empezar a construir lo que sea.
- Se trata de la inauguración de la obras en un solar, para la construcción de un parque. Lo extraño es que es una zona próxima a un río, y se inunda cada vez que caen 4 gotas de más.
- Pues podríamos vender un aquapark para la época de lluvias.
- No es mala idea. No sé, hay algo que me huele mal.
- Los políticos apestan, ya lo sabes; pero para eso nos pagan ¿no?, para perfumar sus orondos culos.

Al salir de la oficina cogí de nuevo el autobús para ir al solar donde querían construir el parque. Fue una decisión que se coló en mi mente como una orden. El solar estaba a las afueras de la ciudad. Se trataba de un campo de zarzas y malezas al lado de un río, en cuyas orillas crecían higueras y cipreses. El murmullo del río apaciguaba un poco la inquietud que me llenaba; esta se incrementó al ver varias ratas removiendo la tierra y atacándose entre ellas. Apenas se inmutaron al verme. Me acerqué al lugar donde escarbaban las ratas; tuve que ahuyentarlas con un palo. Entre la tierra removida, distinguí las planchas de metal de una trampilla. Aparté la tierra y las golpeé con la planta del pie. El eco me indicó que debajo debía haber algún tipo de construcción. Pensé en los refugios anti tornados que construyen los americanos en las llanuras de Oklahoma; aunque sería más acertado pensar en un refugio anti nuclear, ya que tornados, por aquí no es que abunden, sin embargo, paranoicos los hay por todas partes. Pero ¿Por qué en un lugar tan alejado? De pronto recordé que el autobús estaba a punto de llegar, y era el último, por lo que me acerqué a la parada. Una sensación de miedo y asco saturó mi estómago al ver que las ratas seguían allí, observándome, esperando un descuido por mi parte. Llegó el autobús: La bestia, cansada de dar coletazos entre las atestadas carreteras, volvía a su cubil para lamer sus heridas; pero antes tendría que realizar una última parada para complacer a su dueño.

Capítulo 2

Luisa estaba sentada muy recta, y ensimismada, junto al aparato suministrador de agua de la oficina, con un vaso en la mano. Parecía estar dentro del aparato, sólo le faltaba abrir y cerrar la boca como  si fuera un pez. Intenté sumergirme con ella, aunque no se me daban muy bien estas cosas.
- ¿Qué tal tu madre?
- Bien, bien. Mi hermana viene esta tarde - me dijo sin quitar la mirada del vaso. La madre de Luisa tiene Alzheimer, y ha tenido que llamar a su hermana, con la que no se habla desde hace años, para que cuide de ella, ya que la persona que lo hacía, se despidió por que no le pagaba.
- Oye, si quieres hablo con administración para ver si puedo conseguirte un adelanto del sueldo.
Me miró fijamente, y movió la cabeza reprochándome mi estupidez.
- Perdona - le dije azorado.
Me volví a mi despacho mirando a todas partes y levantando las cejas, como disimulando.

Estaba intrigado por lo que había debajo del solar donde querían construir el parque, así que llamé a Miguel, un conocido, que trabaja como periodista freelance.
- ¿Miguel?
- ¿Si?
- Soy Rubén.
- ¡Hombre tío!, ¡qué tal!, ¡hace tiempo que no se nada de ti!, ¡cómo te va!
- Bien, bien habrá que decir con la que está cayendo. Oye, necesito una información.
- ¿De qué se trata?
- Del solar que el ayuntamiento tiene en Bilate, al lado del río. ¿Sabes si hubo algún tipo de construcción anteriormente?
- No, pero puedo investigarlo.
- Te lo agradecería.
- Lo que si puedo decirte, es que en esos terrenos quisieron construir un centro comercial, e inexplicablemente se denegaron los permisos.
- De haberlo hecho, las arcas municipales se hubieran llenado.
- Así es, pero algún desacuerdo con el tema de los seguros dio al traste con el asunto.
- Qué extraño.
- Bueno, cuando consiga la información te llamo.
- De acuerdo, gracias.
"- ¿Deniegan los permisos para construir un centro comercial, y ahora quieren construir un parque?" - pensé.  "- Aquí hay algo que no cuadra".

A media tarde, David entró en mi despacho con un par de cafés y unos donuts.
- ¡Hora de merendar!
- Gracias, pero no debo comer estas cosas.
- Tonterías, cuando se ponga de moda lucir carnes, todos a comer grasas saturadas. Por cierto - me dijo mientras untaba un donut en el café -, acabo de hablar con Rafa, un colega que trabaja en "Publinova", la competencia, me ha dicho que su empresa va a comprar la nuestra.
- ¡Más rumores!
- No creas, Rafa es un tipo con contactos, y no habla por hablar.
- Oye David, ¿qué harías si cierran la oficina?
- Bueno, heredé de un tío mío un viejo caserío. Algún día me gustaría reconvertirlo en una casa rural; pero hace falta mucha pasta, y la pensión que tengo que pasar a mi ex-mujer y a los niños, me deja el bolsillo pelado.
- Los errores del pasado se pagan en el presente.
- Nadie sabe que son errores hasta que ve las consecuencias. Las cosas pasan sin darte cuenta.
- Bueno, deja de filosofar que la vida son dos días.


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