Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

viernes, 31 de enero de 2014

Músicos callejeros

Eran rusos. El alto y delgado golpeaba, con lo que parecían 2 cucharas de madera, un xilófono, también de madera. Aquel instrumento, requería de una terrible precisión y destreza, por parte de su ejecutor, para poder tocar aquellas endiabladas melodías rusas tan conocidas. Su compañero, bajo y grueso, exhibía una perenne sonrisa mientras insuflaba aire en un viejo acordeón que parecía la prolongación de sus manos. No era la primera vez que les veía tocando allí.

Seguro que habían recibido la impecable formación musical de la que hacían gala los conservatorios de la antigua Unión Soviética; y seguramente, habrían formado parte de una de las grandes orquestas del régimen. Seguro también, que cruzaron el telón de acero con sus instrumentos bajo el brazo en busca del sueño europeo, y después de muchos años de duelos y quebrantos, ¡aquí están, en las fiestas de mi ciudad, mendigando unos euros! Me quedé un rato escuchando la popular melodía rusa, que invitaba a  ponerse de cuclillas y cruzar los brazos, y les eché 1 euro en la funda del acordeón, que habían puesto en el suelo a modo de "bolsa de limosnas".

Volví a pasar por allí, y contemplé la misma imagen: El alto y delgado concentrado en su instrumento, y el bajo y grueso sonriente, con la mirada perdida en las nubes, tocando la misma contagiosa canción. "¿Es que no saben otra?" Pensé. Esta vez, esperé a que la terminaran para escuchar alguna otra de su repertorio; pero la canción se repetía y se repetía una y otra vez.Parecía que el tiempo había quedado atrapado en un bucle infinito. -¡Perdonen!- les dije. Parecía que no me escuchaban; seguían tocando y tocando la misma melodía.
De pronto, todo se nubló. Lo siguiente que vi, fue un coche destrozado contra un muro. Dentro del coche, el equipo de música reproducía aquella canción rusa tan popular una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.................

viernes, 17 de enero de 2014

El depósito de vehículos

  Fui a Pamplona para ver un concierto: "Xurso Mares" estrenaba su último disco en "El bardo escaldao". La que estaba siendo una velada magnífica, se convirtió en la más extraña de mi vida.

Todo empezó cuando llegué al lugar donde había aparcado el coche: ¡No estaba! Lo primero que pensé es que me lo habían robado; pero, ¿quién iba a robar un "Daewoo" de 2ª mano? En el suelo donde había aparcado distinguí una pegatina verde con un número de teléfono y la matrícula de mi coche; la grúa se lo había llevado. El sitio estaba mal señalizado, y por donde entré no se veía la señal de "sólo residentes". Por lo menos me caerían 100 euros por la grúa, y luego la multa. ¡Me iba a salir caro el concierto! Pregunté por el depósito de coches, y hacia allí me dirigí con la intención de montar una buena bronca; es lo único que te queda cuando chocas contra los muros de la intolerancia, mal llamada ley.

El depósito de coches se encontraba en las afueras, a unos 3/4 de hora de allí. Hacía un frío que pelaba, aunque mi cabeza hervía barruntando los improperios que pensaba soltar al funcionario de turno. Al llegar, me encontré con un solar invadido por malas hierbas. En medio, había unas escaleras que se hundían el el suelo, y al lado un ascensor con un cartel que indicaba que en el -4 se encontraba el depósito de vehículos. Llamé al ascensor, y en pocos segundos las puertas se abrieron ofreciéndome un bochornoso espectáculo de arte urbano. Digo bochornoso, por los obscenos grafitis que decoraban las paredes y los techos, que junto al olor a orines y los espejos rayados, daba la impresión de que me llevaría  hasta los más bajos fondos de la ciudad. Apreté el botón para bajar al depósito. El exagerado murmullo del motor y las constantes sacudidas, socavaron mi ya mermada seguridad. Se iluminó el -4 en el panel del ascensor, ¡pero éste siguió bajando! La rabia inicial se fue convirtiendo en incertidumbre, luego en temor, y a medida que el ascensor bajaba y bajaba, en pánico. Me acurruqué de cuclillas en una esquina, y esperé a que acabara la pesadilla. Al cabo de unos 40 minutos el ascensor paró, y las puertas se abrieron. Fuera estaba oscuro. Las escasas fluorescentes del techo emitían una luz mortecina. Me levanté despacio y salí del ascensor. A unos metros, se extendían hileras de cabinas telefónicas perfectamente alineadas. Me acerque tiritando por la humedad del ambiente, y mareado por un fétido y penetrante olor. Al llegar a las cabinas, el corazón se me paró por un instante: Dentro de ellas cientos de esqueletos reflejaban todavía, en sus cuencas vacías y mandíbulas abiertas, los signos de un final atroz; algunos incluso conservaban anudada al cuello la corbata con la que habían puesto fin a su vida. Me alejé corriendo de allí y volví al ascensor, donde apreté compulsivamente el botón del -4. Las puertas se cerraron; pero en vez de subir, el ascensor siguió bajando. Me sentí aliviado, lo único que quería era escapar del macabro lugar en el que había estado. Me vino a la cabeza la imagen de "los Guerreros de terracota"; pero en éste caso  la inmolación se llevó a cabo en honor a un demonio, y no a un emperador.

Al cabo de unos 90 minutos el ascensor volvió a pararse. Las puertas se abrieron. Esta vez sì que me encontraba en  un depósito de vehículos; pero ¡los vehículos no eran de ésta mundo! ¡Eran Ovnis! Paseé fascinado entre aquellas estructuras metálicas con forma de platillo, cilindro, esfera,..........; que desde adolescente habían llenado mi imaginación de magia y misterio. Mi mente no podía ni quería racionalizar nada, tan sólo vagar por el increíble mundo que se hacía realidad delante de ella. El lugar parecía extenderse sin fin. Cuando me cansé, volví al ascensor. Apreté de nuevo el botón del -4, y como me imaginé, el ascensor siguió descendiendo. ¿A dónde me llevaría ahora?.

Ésta vez pasaron más de 3 horas hasta que el ascensor volvió a detenerse. Las puertas se abrieron. El lugar donde me encontraba estaba bien iluminado. Tubos de aire acondicionado recorrían el techo. La temperatura era más bien fresca, la ideal para el mantenimiento de la colosal red de ordenadores que se extendía hasta donde se perdía la vista. Me dedico al diseño de juegos  de ordenador; por lo que comprendía muchos de los comandos que aparecían y desaparecían en las pantallas alineadas frente a mí: Eran los que yo utilizaba para recrear los mundos virtuales en los que miles de jóvenes, y no tan jóvenes, se sumergían durante horas y horas. La complejidad de todo aquello me hizo sospechar que los últimos estudios sobre sistemas cuánticos no eran una  simple línea de investigación, sino una realidad que tenía frente a mi. ¿Qué fin tenía? ¿Estaría relacionado con el mundo, que creemos, real? ¿Estaríamos conectados de alguna manera a todo aquello?. Pensé en buscar su fuente de alimentación, para desconectarlo y ver que sucedía; pero éste pensamiento me sumergió en la más terrorífica y desolada de las angustias, que me paralizó por completo. Aturdido, me dirigí de nuevo al ascensor. Me sentía como si hubiera cometido el más aberrante de los actos que se puedan cometer, aunque hubiera sido sólo de pensamiento. Temblando de pies a cabeza, volví a pulsar el botón del -4; el ascensor siguió descendiendo y descendiendo............................

Pasaron horas, días, semanas; perdí la noción del tiempo. Caí en una especie de letargo por el hambre y el continuo murmullo del motor; hasta que se paró, y las puertas se abrieron. Había llegado al final: "Vi escritas estas palabras con caracteres negros en el dintel de una puerta: Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada: la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la Divina Potestad, la Suprema Sabiduría, y el primer Amor. Antes de mí, no hubo nada creado, a excepción de lo inmortal, y yo duro eternamente. ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!".(1)

(1) Extracto de "la Divina Comedia" de Dante Alighieri, en el que Dante acompañado de Virgilio llegan a las Puertas del Infierno.





miércoles, 8 de enero de 2014

Día de cumpleaños

Por fuera

Hoy, todas las personas que me conocen me han deseado felicidad. Las más cercanas incluso me han hecho regalos.
Después de comer, mi mujer ha sacado una tarta del frigorífico, ¡con nada menos que 46 velas!, las ha encendido una a una, y me ha dicho que formulara un deseo antes de apagarlas soplando. Así lo hice, aunque no se me ocurrió ningún deseo.
Al salir del trabajo he quedado con mis amigos, que han insistido en tomar algo conmigo. Fuimos  a un bar y bebimos y bromeamos hasta que cerraron. Tuve que pagar las copas.
Ha sido un día extraño.

Por dentro

Hoy, todas las personas que me conocen saben que es el día más importante del año para mí. Por eso me han felicitado y me han hecho regalos.
Hoy termina un ciclo y empieza otro nuevo. Por eso, apago las 46 velas que representan el pasado, e ilumino el futuro con la luz de mis deseos.
Al salir del trabajo he quedado con mis amigos, para celebrar que el destino no ha unido para  crear la realidad que nos toca vivir y transformar.
Ha sido un día magnífico.

sábado, 4 de enero de 2014

El nuevo gen

El simio miraba ensimismado la luz procedente de la superficie rectangular del monolito.

La pequeña estructura helicoidal se movía lentamente en el plasma de la célula, buscando otras estructuras similares con las que fusionarse. La disposición de sus proteínas era distinta a las del resto, por lo que tardó bastantes microsegundos en encontrar la posibilidad real de un enlace permanente. Pero lo consiguió, y una nueva estructura helicoidal, nunca vista hasta entonces, empezó a reproducirse al multiplicarse la célula que la albergaba.

Una vez acabado el proceso, la luz del monolito se extinguió; y la televisión se apagó, dejando al simio a oscuras en el sofá de la sala.