Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

viernes, 20 de enero de 2017

Día de San Sebastián

Llegó a las 5 a la sociedad, colgó el traje de en una percha, y se puso el delantal. Cocinar le calmaba los nervios. Puso su atención en la media cebolla que tenía sobre la tabla, la agarró con la mano y realizó varios cortes paralelos, luego la giro 90 grados y volvió a cortar lo más fino que pudo.
Empezó a llegar gente, le saludaron, bromearon, y abrieron varias botellas de sidra, en un ambiente festivo y desenfadado.
Para entonces, ya llevaba el tomate haciéndose durante varias horas, con la cebolla, a fuego lento, y los pimientos morrones, ya asados, se enfriaban enfriaban en la bandeja del horno. 
No le quedó más remedio que unirse al rumor de las conversaciones y gracias, que aumentaban de volumen a medida que se vaciaban las botellas de sidra.
Preferiría haber seguido cocinando, para no dispersar su pensamiento en el día más importante del año, peto tenía que esperar una media hora antes de meter el bacalao, ya frito, en la enorme cazuela con el tomate, para que terminara de hacerse.
Durante la cena procuró aislarse de todo lo que le rodeaba, centrándose en la textura del bacalao, que se deshacía en láminas bajo la presión del tenedor, o en el toque de acidez que le daba el punto exacto al tomate.
Cansado de declinar las copas de vino y los puros con una sonrisa, esperó a que llegara la hora de prepararse; y al fin llegó.
Colocó sobre la mesa, con solemnidad, los diversos componentes del vestuario: La elegante casaca inglesa roja y azul cuyas puntas llegaban hasta la parte trasera de las rodilla, los ajustados pantalones blancos, las altas botas, los cintos y cordones que adornaban el pecho, los guantes blancos, el sombrero de copa con ribetes dorados, y el bastón de mando.
Con la misma solemnidad se vistió, y observó minuciosamente su reflejo en el espejo, para corregir el más mínimo desarreglo.

Era una noche fría, como correspondía a un 19 de enero. Por lo meno no llovía, como solía ser habitual. 
La plaza de la Constitución se encontraba abarrotada; vestida de azul y blanco, albergaba, como todos los años, un tablado junto a los arcos que se encontraban frente a las puertas de la biblioteca. Sobre él, gastadores, abanderados, barriles, cantineras, aguadores, y músicos esperaban ebrios de emoción.
Levantó los brazos, con el bastón de mando en la mano derecha; dieron las 12 en el reloj de la plaza, y las primeras notas des himno de San Sebastián empezaron a sonar, acompañado por el fervor de de cientos de gargantas sublimadas por el alcohol; Bajó 2 veces los brazos, y los tambores atronaron con violencia: ¡De nuevo era el dueño del mundo!.

viernes, 13 de enero de 2017

Lágrimas

Dicen que las lágrimas nunca se secan, que ruedan por las mejillas y caen a la tierra, donde una fuerza misteriosa las atrae hasta un lago subterráneo que se encuentra en el centro el mundo. Cuando el lago se llena, una lágrima más lo desborda. Entonces la tierra llora; llora una sola lágrima, que queda flotando en el espacio, como una luna.

Un día lloré, lloré sólo una lágrima.
Rodó por mi rostro hasta la tierra,
donde una corriente perezosa la arrastró por el suelo hasta una cueva,
y descendió hasta el centro del mundo.

Yo la seguí hasta allí,
vi el lago que desbordó mi lágrima.

Por la noche, dos lunas alumbran el cielo.

Te fuiste, por eso lloré,
lloré una lágrima,
y aunque no estés conmigo,
por la noche, en el cielo, te veo brillar.