Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

viernes, 17 de junio de 2016

Fiesta del colegio

Era la fiesta del colegio. A los niños les habían dado un vale que imitaba un billete de 20 euros, y que cambiaban en una mesa para poder jugar a los diversos juegos que habían organizado en el patio. Dependiendo de su pericia, conseguirían puntos que después podían cambiar por regalos.
En cada juego se formaban largas colas en las que los niños esperaban impacientes mientras los padres charlábamos, no menos impacientes.
Estábamos en la cola del "Gargantúa", un paraguero al que había que meter unas pelotas por la abertura lateral, a modo de boca. Mi hija no parecía muy contenta.
- ¡Qué divertido!, haber cuantas pelotas metes - dije para animarla. Me miró con cara de circunstancias.
Cuando llegó su turno, tiró sin ganas las pelotas; no acertó a meter ninguna por el agujero. Le dieron 1 punto de consolación.
Así pasó la mañana, yo intentando ensalzar las divertidísimas actividades que ofrecían y que harían de este día algo inolvidable, y mi hija deambulando como un zombie entre ellas, con absoluta indiferencia. Lo único que le sacó de ella fue cuando le pintaron la cara de mariposa, le encantan esas cosas.
Al terminar los juegos, los niños fueron a cambiar los puntos obtenidos por regalos. Allí las colas si que se parecían a las de unos grandes almacenes en rebajas. Los chavales esperaban alardeando de la cantidad de puntos y especulando sobre los regalos que les iban a dar. Mi hija cogió una libreta de princesas con los pocos puntos que tenía; ah! y le dieron un chupa-chus.
- ¡Qué libreta mas chula! - le dije.
- ¡Papá, por favor!
- ¿No te lo has pasado bien?
- ¿Pasarlo bien?; nos han puesto un límite de 20 euros para conseguir nuestros sueños; nos ha hecho esperar consumidos por la ansiedad para evaluarnos según sus parámetros; y al final han dejado que nos humilláramos entre nosotros mientras esperábamos las migajas de felicidad que dejaban caer de sus manos. ¿Te parece divertido?
Bajé la cabeza avergonzado. No dije  ni una palabra más hasta llegar a casa.