Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

sábado, 28 de febrero de 2015

Historias de la isla (2)

Capítulo 4

Eran las 9 de la noche, Juan fue el primero en bajar al comedor del aparta-hotel. Cogió unas "papas arrugadas" con "mojo verde" y ensalada, en el buffet preparado para la cena.Se quedó pensativo, mirando un pescado bañado en una salsa rojiza donde nadaban varios guisantes.
- Es "sama", un pescado típico de aquí - escuchó mientras intentaba dirimir sus dudas acerca de la frescura del pescado. Levantó la vista; la camarera le sonreía con esa sonrisa propia de los isleños, llena de humildad y nobleza. Su largo pelo negro daba a su rostro un aspecto salvaje, suavizado por la pequeña nariz, y sus prominentes pómulos. Se le quedó mirando como a una aparición.
- Está muy bueno, pruébalo.
- Si.........me serviré un poco.
- ¿Y la familia?
- Bajarán ahora, les he dejado cambiándose de ropa.
- Tienes una familia adorable.
- Si claro, bueno, hasta luego.
- Que aproveche.
Juan le sonrió nervioso, y se fue con la bandeja a una mesa vacía.
Mientras comía observaba a la muchacha.Esta, con movimientos fluidos reponía la comida, y saludaba a los comensales con sincera amabilidad.Un par de veces, vio como ella también le miraba, y se excitó. Intentó centrarse en lo que comida, intentando encontrar el sabor del insípido pescado.
La camarera se le acercó.
- Toma te he guardado un trozo de tarta de queso, es el último que quedaba.
- Gracias, me encanta la tarta de queso - mintió.
- Me llamo Sonia - le dijo la chica dándole la mano.
- Yo Juan
- Lo se - le dijo sonriente mientras se alejaba con los platos vacíos.
Raquel irrumpió ruidosamente en el comedor vociferando y haciendo espavientos, como era habitual en ella, seguida de María y los niños. Hicieron acopio de comida en la barra del buffet, y se sentaron en la mesa de Juan, sin hacerle caso.
- Mañana no pienso moverme de la piscina, estoy rendida -  comentaba María delante de su ensalada.
- Podemos descansar e ir de compras por el paseo marítimo - contestó Raquel
- ¿No habíamos quedado en ir a las pirámides? - replicó el hasta entonces olvidado Juan.
- Yo he quedado con unos alemanes para ver las semifinales - Dijo Nacho.
En aquel momento se celebraba el mundial de fútbol, y en las terrazas de los chiringuitos se levantaban enormes pantallas de televisión, que reunía a sus fieles alrededor, para la inmolación de sus mentes.
- ¡Pues me iré solo!, para algo interesante que íbamos a hacer...........
Al día siguiente, Juan cogió la autopista sur hacia Güímar, donde se encontraban las famosas pirámides, que cruzaba la isla por la costa, rodeando El Teide, imponente volcán cuya ira le dio vida. Sin embargo, pese a no tener pérdida, acabó en Los Cristianos, prefabricado centro turístico donde acababan de construir un super-mega-agua-park. Con resignación, dio la vuelta y volvió entre los molinos del parque eólico que atravesaba la carretera hacia el parque temático de ¨Güímar.
"Parques, parques, parques,................................."

domingo, 22 de febrero de 2015

Historias de la isla (1)

Capítulo 1

Nuestra vida transcurre como en un aeropuerto, con la sensación de que en nuestro destino cambiarán las cosas; y cuando subimos al avión, llenos de dudas, nos damos cuenta de que ya es tarde para elegir otro rumbo.
Juan empujaba el pesado carro de las maletas, llenas de "por sis"; María, la suegra, llevaba su propia maleta, y charlaba animadamente con su mujer; Nacho, escuchaba música en el i-pod, escapando del complejo mundo que le rodeaba, con su altanería adolescente; Lucas, subido al carro, hacía peligrar el delicado equilibrio de las maletas.
- ¡Lucas, bájate de ahí! - le grito Juan. EL niño, saltó del carro y salió corriendo.
Era la primera vez que Juan viajaba en avión, ¡Y encima con la familia!
- Tranquilízate - le dijo María, su suegra, al verle tan tenso - Ahora tenemos que facturar el equipaje, y esperar a que nos indiquen la puerta de embarque; ¡es sencillísimo!
Juan odiaba su prepotencia, sobretodo cuando ponía en evidencia su inseguridad delante de Raquel, su mujer, y los niños.
Compró una revista y se puso a ojearla. Era de misterio. Le llamó la atención un artículo sobre el azar y el determinismo. La foto del autor, una tal Yon Pellizar, le resultaba familiar.
Una vez subido al avión se tranquilizó, y dejó vagar sus pensamientos entre las nubes que discurrían bajo sus ojos.


Capítulo 2

Sólo quien tiene el corazón roto puede cantar boleros; y Lorenzo lo tenía. Aunque su dolor no traspasaba los corazones embotados de los turistas, que bebían cerveza y comían paella en las terrazas del chiringuito.
Cuando terminó la canción, vio su tristeza hecha añicos entre  indiferentes sorbos de alcohol,  y la impresionante pantalla de televisión donde se retransmitía fútbol. Guardó la guitarra en la funda, y se retiró discretamente, entre algún indiferente aplauso. Era tarde, y estaba cansado, más por el pesado fardo de la resignación que arrastraba, que por el trabajó en sí.


Capítulo 3

La carretera parecía derretirse bajo el pleno sol que parecía estar permanentemente colgado del cielo en aquella parte de la isla.
"Ya debía haber llegado" - pensaba Yon mientras conducía "el polo" que había alquilado por la autopista sur de la isla, hacia Guilmar. En el reproductor del coche sonaban los boleros de un disco que había comprado por 10 euros en la terraza de un chiringuito de Puerto la Cruz. Vio el cartel anunciador del aeropuerto. Con una mano, desdobló el mapa de carreteras.
-¡Mierda, si estoy al otro extremo le la isla!
Cabreado, cogió el siguiente cambio de sentido, y volvió a cruzar los áridos paisajes volcánicos. Después de dar vueltas y vueltas por las tortuosas calles de Guilmar, siguiendo las enrevesadas indicaciones de las señales, llegó hasta las pirámides.
Las pirámides, constituían un complejo cultural creado por Thor Heyerdahl, antropólogo y escritor noruego que dedicó su vida a la investigación, y pasó el final de ella en la isla, dedicado plenamente a sus estudios. Yon, que escribía en una revista de misterio, había concertado una entrevista con Anne Nystron, la que había sido la secretaria personal del antropólogo. Estaba fascinado por la figura del investigador.

Llegó con retraso, por lo que tuvo que esperar a que le atendieran. Mientras, paseó entre las pirámides, respirando hondo, intentando impregnarse de la energías telúricas, que suponía, los guanches, habían experimentado en aquel lugar; pero la edulcorada música de fondo, y los numerosos carteles informativos, lo convertían en un parque temático de cartón-piedra.
"- Piedra, piedra,piedra........." - las piedras estaban allí, y las estrellas que las alineaban, y los lagartos, que rasgaban la atención con su huida, creando abismos.