Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

viernes, 30 de agosto de 2013

La niña y Dios

María paseaba con Dios de la mano.
- Me apetece un helado - le dijo, y un delicioso helado de fresa y chocolate apareció en su mano.
- Me gustaría andar en bici - dijo al rato, y una reluciente bicicleta se materializó frente a ellos.
Cansada de pedalear, le pidió ir a las ferias, y con un chasquido de los dedos de Dios, tiovivos, norias y camas elásticas llenaron la tarde de música, luces y sonrisas.
La noche cíclope abrió su ojo, y la luna apareció suspendida en el cielo.
- Quiero ir allí - dijo María señalándola con el dedo, y allí fueron.
- Dios - le dijo la niña mientras la tierra asombraba sus ojos, - echo de manos a mi abuela, murió hace poco.
- Lo sé pequeña.
Y se la llevó al cielo donde volvió a abrazar a su abuela.
- ¿Porqué estás triste? - le preguntó Dios a María mirándole a los ojos.
- Me siento sola, ¿me puedes dar un poco de amor?
- No puedo - le contestó, - sólo soy una máquina.
 D.I.O.S.  (Dispositivo, Inorgánico, de Ordenamiento, Social) se alejó bajo el sol de mediodía.

Epílogo

María fue a visitar al diablo.
- ¿Y tú? - le preguntó, - ¿me puedes dar un poco de amor?.
- ¡Pues claro! - le respondió, y sonriendo, la golpeó brutalmente hasta la muerte.
El D.I.A.B.L.O. (Dispositivo, Inorgánico, Anti, Bloqueo, de Liberación, Orgánica) se alejó bajo la luna llena.


Dibujos

- ¿Qué estás dibujando? - le preguntó a su hijo, que garabateaba en un papel,  tumbado en el suelo.
- Nada, es "un migala".
En el papel, había unos círculos negros atravesados por rayas. Le acarició la cabeza.
- Son muy bonitos. Salgo un momento para hacer un recado y vuelvo enseguida ¿Vale?.
- Si, papá.
Bajó las escaleras; por delante de la puerta del portal, alguien pasó corriendo. Oyó unos gritos; salió a la calle extrañado mirando a su alrededor; ¡la ciudad estaba invadida por grandes arañas que sembraban el pánico por doquier!.
Subió apresuradamente las escaleras y cerró la puerta con llave.
- ¡Estás bien! - le dijo a su hijo cogiéndole por los hombros.
- Si claro, ¿qué pasa?
- Nada, nada, hoy nos quedamos en casa.
Cerró todas las ventanas de la casa y bajó las persianas.

Al día siguiente, el niño pintaba en el suelo de madera.
- ¡Te he dicho mil veces que no pintes en el suelo!, luego no hay forma de borrarlo.
Cogió un trapo húmedo, y se acercó donde el niño pintaba. El suelo estaba lleno de ondas, como olas.
- ¿Qué son?
- Son "culapas".
- ¿Culapas?, ¿y que es un culapa?.
- ¡Pues ésto!, ¡no lo ves! - le dijo el niño enfadado señalándole el dibujo.
Al rato, se dirigió a la ventana, la abrió muy despacio y levantó la persiana.
- ¡Dios mío! - gritó; cientos de culebras enormes reptaban entre el caos reinante.
Se acercó al niño, que ahora pintaba en la pared de la sala.
Cayó de rodillas con la boca abierta, al ver el dibujo de cuatro jinetes que cabalgaban sembrando la destrucción sobre un mundo en llamas.