Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

viernes, 27 de marzo de 2015

Historias de la isla (5)

"La panza de burra" había estado sobre la isla durante todo el día, como intentando guardar un secreto. Yon y Juan se reunieron en San Miguel de Tajau con Lorenzo, qué vivía allí. Era un pequeño pueblo pesquero conocido por sus parrilladas de pescado y marisco fresco, que preparaban en  los numerosos restaurantes de la zona. Aunque la pasión de Lorenzo era la música, tenía que dedicarse a la pesca para poder subsistir. Yon, contactó con Lorenzo en el restaurante del padre de éste, y se ofreció para llevarle a alta mar en "El Bolero", su pequeña embarcación.
El mar estaba picada; atardecía; el sonido del motor de "El Bolero" llenaba el silencio entre los 3 hombres. Lorenzo llevaba el timón, y consultaba constantemente los aparatos de posición.
- ¡Falta mucho! - gritó yon desde la proa - ¡sólo faltan 30 minutos para la doble puesta de sol!
- Tranquilo, casi estamos.
Juan se encontraba en el camarote,tumbado en una esterilla, empapado de sudor, intentando encontrar algo fijo a lo que aferrarse.
El motor del "Bolero", dejó de roncar, y sólo las olas balanceaban su casco, indiferentes al ansia de los hombres que iban en la embarcación.
- Ya hemos llegado - dijo Lorenzo acercándose a Yon. Este consultó su reloj, y fijó la vista en el horizonte. En ése momento, Juan subía las escalerilllas que llevaban a cubierta, agarrándose a las barandillas, y de pronto, ante la asombrada mirada de los tres, apareció, espectrante, la silueta de una isla: La isla de San Borondón.
No parecía haber nada extraño en la isla, con el típico paisaje de casas bajas de pálidos colores y plataneros que ofrecían sus todavía verdes frutos. Lorenzo, amarró la embarcación en el puerto, y buscaron un lugar donde alojarse. Se hospedaron en un pequeño hotel situado en el mismo puerto, y tras una cena ligera, en la que apenas hablaron (ensimismados en sus propios pensamientos), fueron a acostarse.

Juan estaba cansado, y todavía le dolía el estómago y la garganta de tanto vomitar. Sin embargo, al entrar en su habitación, sintió como si volara, y nada de eso importase. Se acercó a la cama, no estaba vacía, sobre ella, estaba Sonia, la camarera del aparta-hotel, desnuda ofreciéndole sus pequeños senos morenos, y su entrepierna abierta, esperándole.

Al día siguiente, Lorenzo paseaba por el bullicioso centro de la villa, cuando a su izquierda, se abrió un callejón decorado con floridas jardineras y mosaicos en las paredes. Nada más meterse en él, sintió paz. Un letrero anunciaba el nombre de la calle: "La calle de La Verdad". En ella, había un restaurante de comida tradicional y una tienda de artesanía. Esta vez, los olores que salían de la cocina del restaurante le transportaron a los humeantes pucheros de la cocina de su casa, donde su madre preparaba "el gofio" y los mojos. Sintió una gran ternura. Entró en la tienda de artesanía; en una estantería se exponían varios timples hechos a mano. Se acercó para verlos.
- Nos volvemos a ver - dijo una voz a su espalda. Al darse la vuelta, se encontró con el luthier de Boca Cangrejo.
- Parece que has visto un muerto - le dijo al ver su expresión.- Acompáñame, te esperaba.
Bajaron unas escaleras hasta el taller. Allí de entre virutas y frascos de barniz, sacó un timple, guardado en su estuche.
- Es éste - le dijo - "El Timple de Oro", es tuyo.

Yon se sentía pletórico. Su teoría había resultado cierta, y se encontraba en la isla de San Borondón. Pero por otro lado, estaba decepcionado por la absoluta normalidad que reinaba en la misma. Hasta que recibió un mensaje en el móvil. "Si no tengo cobertura" - pensó. Era Anne Nystron, la secretaria personal de Thor Heyerdahl ; le citaba en una casa a las afueras de la ciudad. Cogió un taxi que le llevó hasta allí.
Se trataba de una casa grande rodeada de frondosos jardines, con exóticas plantas entre las que se levantaban esculturas procedentes de las más diversas culturas, como Mohais, o barcos sumerios. Yon cruzó el jardín, fascinado, y allí, en el porche de la casa, delante de una máquina de escribir, se encontraba Thor Heyerdahl, esperándole.

Epílogo

En el pequeño puerto de San Miguel de Tajao, fondeaba "El Bolero", después de ser remolcado por la grúa desde alta mar.
- ¿Es el barco de su hijo? - preguntó el guardacostas a Pedro, el padre de Lorenzo.
- Si.
- Siento decirle que no hemos encontrado a  nadie a bordo.
- Ya, ya, me lo imaginaba.
Su expresión, no parecía traslucir emociones.
Luego, en la comisaría, despumes de realizar los arduos trámites burocráticos, coincidió con Raquel, la mujer de Juan, y su madre en la sala de espera. Tenía la mirada perdida y los ojos rojos.
- ¡No pueden haber desaparecido sin más!, ¡tienen que estar en alguna parte! - le decía Raquel a su madre.
Pedro se acercó.
- No se preocupe -le dijo - están bien, están allí donde siempre han querido estar.
Y salió de la comisaría.
Mientras, en la radio, sonaba una tonada tradicional isleña, que rezaba así:

"San Borondón, San Borondón, allí donde te lleve el corazón.
San Borondón, San Borondón, allí donde te lleve la pasión.
San Borondón, San Borondón, donde los sueños sueños son,
son, son, son,......................"



viernes, 20 de marzo de 2015

Historias de la isla (4)

Hacía un día caluroso, y los pocos visitantes del Centro Antropológico de Guimar se encontraban en la sala de exposiciones o en el bar, únicos sitios donde había aire acondicionado. Entre ellos se encontraba Juan, que descansaba en el auditorio viendo un reportaje sobre Thor Heyerdahl, fundador del centro, tras haberse aventurado por los caminos que rodeaban las pirámides bajo un sol justiciero. Dos filas de butacas más adelante, vio a un hombre que le resultaba familiar. Al terminar la proyección, se cruzaron, y se quedaron mirándose.
- ¿Nos conocemos? - dijo el hombre.
- Me resultas familiar, pero no se de que.
Vio entonces como en la solapa de su camisa llevaba una acreditación de periodista con su nombre: Yon Pellízar.
- ¿Eres periodista? - le preguntó Juan.
- Si, escribo en una revista de misterio. Estoy haciendo un reportaje sobre Thor Heyerdahl, ¡el hombre más fascinante que ha existido!
- Tienes un trabajo muy interesante - dijo Juan tras un breve instante.
- Tengo suerte de trabajar en lo que me apasiona. ¿Te interesa el mundo del misterio?
- Supongo que si, pero soy bastante escéptico, sólo creo en lo puedo ver con mis propios ojos.
Se produjo un incómodo silencio, el que se da entre dos desconocidos a los que el destino junta sin permiso.Una pantalla de vídeo salvo la situación. En ella, anunciaban la doble puesta de sol, fenómeno astrológico que se podía observar desde las pirámides, y que iba a producirse al día siguiente.
- Vas a venir a verla? - Dijo Juan.
- No, en ése momento estaré en alta mar.
-¿En alta mar?
-Si, allí es donde va a tener lugar algo realmente extraordinario.
Juan sintió un escalofrío.
- ¿A qué te refieres?
Yon miró con sospecha a su alrededor.
- Vamos a tomar algo y te cuento el asunto.
Pidieron dos cervezas bien frías,  y se sentaron en una mesa apartada.
- Mira, las pirámides esconden un secreto, que va más allá de una simple alineación astronómica. Sus constructores, conocían el lugar y la fecha exacta en la que aparece la isla de San Borondón. ¿Conoces el tema? La isla de San Borondón, es la octava isla, que muchos dicen haber visto. Aparece y desaparece. Nadie se pone de acuerdo del lugar. Dicen incluso que es la atlántida.
-¡Qué interesante!
- Mi teoría - continuó Yon excitado - es que las pirámides indican el lugar y el momento en el que aparecerá la isla.
Los ojos ardientes de Yon se clavaron en Juan.
- ¿Cómo?
- Verás, el intervalo de tiempo que dura la doble puesta de sol de mañana, es el momento en el que aparecerá y desaparecerá la isla, y el lugar se localiza trazando una linea perpendicular desde la cima del Teide hasta el eje imaginario que forman las pirámides con el punto donde se produce la doble puesta.
Juan frunció el ceño.
- Te lo dibujaré - Dijo Yon cogiendo un bolígrafo y una servilleta, donde dibujó lo siguiente:


Como ves, se forma un triángulo rectángulo, que haciéndolo girar sobre el eje, nos da un punto en el mar. ¡Allí aparecerá la isla de San Borondón.
- ¡Joder!, ¿Cómo lo has averiguado?
- Intuición,,,,,,,,,,,,,o puede que esté predestinado a realizar éste gran descubrimiento. Oye -continuó - ¿porqué no me acompañas?
-¡En serio!
- Claro, me encantaría compartir este gran momento con alguien.

Juan conducía el coche camino de Puerto la Cruz, con la sensación liberadora, y a la vez aterradora de que algo que no estaba en sus manos iba a suceder.

viernes, 13 de marzo de 2015

Historias de la isla (3)

Capítulo 5

Como cada 16 de julio, coincidiendo con el día de la Virgen del Carmen, se celebraba en La Orotava el mercado de artesanía, el más importante de la isla. En ella, se reunían los maestros artesanos de todo el archipiélago. La artesanía, junto a la gastronomía y el folclore, suponía una de las actividades impulsadas por las autoridades, ya que suponía un incentivo más para las masas de turistas que acudían a la isla en busca de sol.
Lorenzo deambulaba por la feria, con las papilas saturadas por el aroma a quesos y mojo que desprendían los puestos dedicados a los productos típicos de la isla. Le ponía enfermo aquellos abigarrados olores que desde su infancia formaban "la banda olorosa" de su insípida vida. Se dirigió a los puestos de los luthiers, que eran los que habían hecho que se dejara caer por la feria. Se acercó a uno que vendía timples, y se puso a ojearlos.
- Veo que sabes lo que quieres - le dijo el tendero, un tipo gordo y calvo con abundante barba blanca.
- ¿Cómo? - le dijo sorprendido Lorenzo.
- Has te has fijado en mis hijos predilectos. El resto no es más que reclamo para turistas.
- ¿Puedo tocarlo? - le dijo Lorenzo cogiendo uno.
- ¡Claro, claro!
Lorenzo lo tocó, concentrado en la sonoridad del instrumento.
- Es magnífico, ¿cuanto cuesta?
- 3000, pero no es lo que estás buscando.
Lorenzo frunció el ceño
- ¿Y que es lo que busco?
- Lo que todos buscamos............ "El Timple de Oro".
- No es mas que una leyenda.
- Sabes que no. Toma, ven a verme - le dijo dándole una tarjeta.
-¡Oiga!, ¿cuanto cuesta éste? - les interrumpió un hombre con bermudas y gafas de sol.
- ¡Si señor!, ¡tiene usted muy buen gusto! - le dijo el tendero, dándole la espalda a Lorenzo.
Lorenzo se alejó pensativo: "Lo que busco, lo que busco........."
"El Timple de Oro", provenía de una leyenda de la isla, que contaba de un maestro artesano, que dedicó toda su vida a hacer un único timple, y que éste, propiciaba el éxito material de todo aquel que lo tuviera.
A los días, Lorenzo encontró la tarjeta del artesano en el bolsillo de su camisa, y decidió visitarle. Vivía en Boca Cangrejo, pequeño pueblo famoso entre los surfistas por su playa.
Dio vueltas, perdido, por los alrededores de Boca Cangrejo, hasta que dio con una estrecha carretera que caía entre un sin fin de curvas y acantilados hasta el mar. Le inquietó ver enormes rocas bordeando el asfalto, entre señales de riesgo de desprendimientos. Llegó un momento en el que la carretera se bifurcó en 2; una rama iba hacia la playa, la otra hacia una serie de casitas cuadradas de distintos colores pálidos, que encajaban como un rompecabezas en la ladera que daba al mar. No vio números en las puertas, por lo que preguntó a un hombre en bañador, que sobre una roca, fumaba un pitillo. Si no hubiera sido por el cigarro, lo hubiera confundido con uno de los numerosos lagartos que habitan la isla.
- Vive en la casa amarilla, esa de allí al fondo - le dijo, al preguntarle por el artesano.
Le parecía estar invadiendo la intimidad de aquella gente, al andar ente las estrechas calles y escaleras que tenían las puertas de las casas bordeando el acantilado. Al llegar a la casa amarilla, se encontró con al puerta semiabierta.
- ¡Hola! - dijo empujándola.
La sensación de intromisión se convirtió en violación cuando entró en la casa, pero algo le empujaba a encontrar al artesano; y lo encontró, sin vida, en el suelo de la cocina, como un fardo arrojado por la marea en la orilla.