Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

jueves, 8 de diciembre de 2016

El viaje imaginario (4)

Saco el móvil de mi bolso e introduzco en el GPS el nombre de la calle donde se encuentra la casa desde la que me mandaron la carta. Está a dos horas y media de allí a pie. ¡No pienso coger otro taxi!, salí ileso la vez anterior, y no voy a volver a jugármela. Ni tampoco me llevarán en esos contenedores de animales que llaman autobús. Así que con la vista pegada en la pantalla del móvil, voy siguiendo las indicaciones del GPS.
Si mi mente estaba agotada por la terrible ansiedad sufrida, ahora era mi cuerpo el que no respondía, agarrotado por el esfuerzo físico realzado tras más de 2 horas de caminata. Pero había llegado hasta allí, y no desistiría ahora.¡Y lo logré!, según el GPS, me encuentro en el 224 de Fame street, ¡mi destino!
Alzo la mirada, ¡Hay un chino! No me refiero a la persona de tez amarillenta y ojos rasgados, sino a los abarrotados establecimientos de todo a 1 euro (lo que no es cierto) que regentan.
Entro y pregunto por María al hombre de origen oriental que se encuentra viendo vídeos de You-Tube  en el ordenador. Me mira con expresión pasmada y me hace indicaciones con la mano para que me dirija a uno de los estrechos pasillos con estanterías llenas de figuras de vírgenes y santos que se iluminan con pequeñas bombillas multicolores. Está claro que no ha entendido nada de lo que le he preguntado. Salgo de allí completamente frustrado.

En estado de trance, y con mi cuerpo y mi mente fundidos como un motor al que se le ha sometido a un voltaje superior, deambulo por la ciudad, hasta llegar a uno de sus antiquísimos muelles.
Allí parece que el tiempo no ha pasado, y quizás sea así, porque me siento como un niño llamando a su mamá.
Entonces una gaviota coge mi sombrero y se lo lleva volando. Por un momento, veo sin reaccionar como el ave se aleja con  mi sombrero, pero la imagen de mi incipiente calvicie como un agujero negro en medio de mi cráneo, me hace reaccionar.
Sigo a la gaviota con la vista hasta una playa próxima, en cuya orilla deja el sombrero para perseguir pequeños cangrejos con el pico.
Voy hacia allí, presintiendo que es lo único que puedo hacer. Me remango los pantalones para no mojarme los bajos  con el suspiro de las olas que mueren en la arena. El sombrero, arrastrado por el agua da vueltas y vueltas hasta quedar de nuevo atracado. hay algo, la recojo; está tapada con un corcho, y dentro hay un papel enrollado. La abro y saco el papel; es un mensaje idéntico al que me llegó a mi casa, la misma caligrafía, el mismo olor a vainilla,..........................
Me quito la ropa y la dejo cuidadosamente doblada junto a la maleta. La botella venía del mar, y hacia allí me dirijo, aunque éste trate de persuadirme embistiéndome con dulzura. Viendo mi tozudez, me engulle por completo, mientras continúo el viaje, siguiendo la cálida voz femenina que pronuncia mi nombre.

martes, 6 de diciembre de 2016

El viaje imaginario (3)

Recoger el equipaje fue una de las experiencias más traumáticas de mi vida; ver salir maletas y maletas sobre la cinta transportadora, la gente remolinándose alrededor de ellas, ¿donde estaba la mía?, ¿y si alguien la confunde con la suya?, ¿será aquella que está al lado de la roja?, ¡Dios, como pude olvidar atarle un pañuelo para distinguirla!, creo que es esa, ¡no estoy seguro!, tengo ganas de salir corriendo. En un alarde de decisión, me acerco a empujones hasta la cinta y alargo la mano para coger mi supuesta maleta; cuando la tengo ni siquiera me cerciono de que es la mía, la agarro con todas mis fuerzas y me voy lo más rápido que puedo sin mirar atrás. Una vez fuera del aeropuerto, me siento en un banco, con la maleta al lado, para recuperar el ritmo normal de mi respiración.

Miro a mi alrededor, a pocos metros hay una parada de autobús. Allí, espero unos minutos y me monto en el primer autobús que para. Le pregunto al conductor si a la estación del tren, y me responde, en castellano, muy amablemente, que me avisará cuando lleguemos allí.
Dándole las gracias. avanzo entre las personas que se encuentran en el pasillo del autobús, ante la insistencia de la persona que subía detrás mío a que me moviera. Sin alejarme mucho, me quedo encajado entre un fornido negro sudoroso, y una mujer gorda cargada de bolsas,  como si fuera una pieza de tétrix. El negro, me clava el codo en la oreja al hablar con el móvil, mientras la mujer gorda hace grandes espavientos, gritando como si estuviera en una tómbola, al charlar con la chica sentada a su lado. El olor a humanidad es insoportable; ¿Porqué diablos nadie abre la ventanilla!, ¡me estoy cociendo a fuego lento!
Veo que todas las miradas se dirigen a mi; el autobús se a parado, y el conductor me hace gestos con la mano. debe de ser mi parada, ¡por fin! Me abro paso entre la gente, que no creáis que hacen mucho esfuerzo por dejarme pasar, y disculpándome, a empujones, consigo bajar del autobús.

Efectivamente. me encuentro en la estación London Brighton, donde se coge el tren para Bridge, como me explicó el solícito conductor del autobús.
No tengo que esperar mucho, en media hora vendrá mi tren. Me siento en un banco del andén. Es extraño, pero siento que hay una fuerza que me ha guiado hasta allí, y que sigue arrastrándome por encima de mis deseos.
El tren llega puntual, por lo menos parece haber ciertas pautas lógicas dentro del desorden que me rodea.
Dentro del tren no hay asientos individuales, por lo que tengo que sentarme en uno doble, que por supuesto, tiene los dos asiento libres. Dejo mi maleta en el otro asiento, para persuadir a un posible ocupante, pero no lo consigo, ¡y eso que había más asientos libres en el vagón! Un hombre bien vestido, de unos 60 años, bajo y calvo, coge mi maleta y la sube al portaequipajes; después me da la mano y empieza a hablarme. Yo le miro, sonrío y asiento con la cabeza, así durante las 2 horas y media que dura el viaje, teniendo que sacar continuamente el pañuelo de mi bolsillo para secarme las salpicaduras de saliva de mi cara.
¡No recuerdo otra situación más incómoda en toda mi vida!, bueno, quizás cuando vino aquel vendedor de seguros a mi casa, ¡pero no duró tanto!
Al terminar aquel infierno, me ofreció su mano sudorosa y se fue casi corriendo, buscando seguramente alguna otra ingenua victima.
Completamente agotado, bajé del tren, manteniendo sin darme cuenta la estúpida sonrisa en mi rostro.


viernes, 2 de diciembre de 2016

El viaje imaginario (2)

Hasta que no cerré la puerta de mi casa no fui consciente de la trascendencia de la decisión que había tomado. Creo que estuve más de 20 minutos dándole vueltas a las llaves en mi mano antes de guardarlas en la bandolera. Al fin me acerqué al ascensor y pulsé el botón de llamada. El ruido de los motores aumentaba la ansiedad de la espera. Cuando llegó a mi altura se paró,y las puertas se abrieron. Me quedé paralizado, y cuando las puertas. se empezaron a cerrar, me abalancé precipitadamente dentro del ascensor, quedándose la maleta atrancada entre las puertas. Tiré con todas mis fuerzas, cayéndome de espaldas y golpeándome la cabeza con el suelo.En ése momento, las puertas se abrieron durante unos segundos; vi la puerta de mi casa, que fue desapareciendo de mi vista a medida de que se volvían a cerrar las puertas. No podía levantarme, ¡estaba aterrado! Cuando se volvieron a abrir las puertas, me encontraba de pie, firme, agarrando el asa de la maleta con la mano izquierda, y el jersey, bien doblado, sobre mi antebrazo, que formaba un ángulo de 90º con el tronco; ¡podría haber alguien en el portal! Salí a la calle, intentando disimular el temblor de mis piernas dando pasos rápidos y contundentes. Entonces paré; ¿hacia donde me dirigía?, ¡no tenía ni idea! Al lado de la calle donde me encontraba, en la carretera, había varios taxis estacionados; se trataba de una parada de taxis. Repasando posteriormente los acontecimientos de mi viaje, he llegado a la conclusión de que hay algo que guía nuestros pasos, llámese Dios, providencia, o destino. El hecho es que todos tenemos un camino ya trazado, y que queramos o no,seguiremos. Si no hubiera estado allí ese taxi, lo más probable es que hubiera vuelto a casa pero allí está el taxi, con el conductor dentro, y la ventanilla bajada.
 - ¿A donde le llevo?
 - Al aeropuerto, por favor.
 - ¡Volando!
No dije nada, pero ya estaba bastante asustado con tener que volar en un avión como para hacerlo en un coche,pero no lo debió decir en serio, ya que aunque iba a una velocidad endiablada, no llegó en ningún momento a despegar las ruedas del asfalto. Me dejó en la entrada del aeropuerto junto a mi maleta, y desapareció tan rápido como vino. ¿Cómo llegué al asiento de mi avión, rumbo a Londres?; ¡fue un verdadero milagro! Entre el barullo de gente que iba y venía nerviosamente entre las mastodónticas instalaciones del aeropuerto, elegí a un hombre vestido con traje y corbata, que llevaba un maletín y un bolso de viaje, y realicé exactamente los mismos movimientos que hizo él: Facturé las maletas, pasé `por los detectores, y subí al avión que me pertenecía, que milagrosamente (o no si tenéis en cuenta lo que he comentado de la providencia), era el mismo que el suyo.
Bueno, pues allí estoy, paralizado por el miedo, sentado entre dos personas de las que no soy consciente ni de su aspecto, ni de su sexo, y ni siquiera de que estén ahí. La azafata hace extraños gestos  con las manos, me tomo la pastilla, mejor dos, me pongo los cascos para aislarme, agarro con fuerza los brazos de mi asiento, alguien me pone el cinturón de seguridad, cierro los ojos, soy sólo un estómago lleno de angustia (menos mal que no he comido nada desde ayer), y grito (bueno, abro la boca sin que salga ningún sonido)
No ha sido para tanto, ¿o si? Las 3 horas que dura el viaje repaso mentalmente, con los ojos cerrados, cada uno de los pasos que realizaré cuando llegue a Londres, y los repito una y otra vez. Tengo la certeza de que si dejo de hacerlo, irremediablemente, el piloto perderá el control del avión, y nos estrellaremos contra el suelo.

domingo, 6 de noviembre de 2016

El viaje imaginario (parte 1)

¡Me encanta viajar!; pero en mi cabeza. Allí puedo ir donde quiera y con quien quiera. Es importante elegir el lugar de destino, pero más importante es el medio de transporte y la persona, animal o cosa que va a ser tu acompañarte, si decides no ir solo, ya que de esto dependerá la cualidad instructiva del mismo.
Pero lo que sucedió rompió por completo los esquemas del viaje perfecto.
Recibí una carta:
                                     "Ven cuanto antes por favor, te necesito.
                                       María".
Eso era todo. ¿Alguien que me necesita?, ¿una mujer?
Podría haberla ignorado, y es lo que intenté, pero la textura del papel, la fina caligrafía, el olor a vainilla,........
La carta, según la dirección del remitente, venía de Brighton, ciudad costera situada al sur de Inglaterra. Si quería saber algo más tendría que ir allí.
Me costó mucho decidirme, pero al final lo hice, ¡iría a Brighton! Cogería un avión hasta Londres, y de allí en ferrocarril hasta Brighton.
Lo planeé todo perfectamente, después de consultar todos los datos disponibles en internet: En Londres visitaría la casa del primer ministro en Dowing street, la que sale tanto en la tele, luego el número 221 b de Baker street, donde Sherlock Holmes desentrañaba emocionantes misterios, iría de compras por Oxford street, vería un musical en uno de los numerosos teatros de Picadilly Circus, cruzaría el famoso paso de cebra de Abbey road emulando a los Beatles, y no me perdería por nada del mundo recorrer el interior de la abadía de Westiminster, con sus numerosas tumbas y mausoleos, entre los que se encuentra el de Isaac Newton. En Brighton no había mucho que ver, como mucho visitar el extravagante Roya Pavilion o pasear por sus antiquísimos muelles.

Preparar bien la maleta es fundamental para el éxito del viaje: 2 mudas y 2 pares de calcetines para cada día, lo mismo con las camisas y los pantalones (menos mal que llevo siempre el mismo modelo de camisa a cuadros y pantalón vaquero,  que si no me volvería loco para elegir el adecuado para cada momento). Con los zapatos basta con 2 pares y betún negro, un par de jerséis, y la chamarra para el agua. ¡Ah!, la bufanda, los guantes de cuero y el sombrero. Se que éste último ya no se lleva, pero oculta mi incipiente calvicie.
Luego están los utensilios de higiene, y en un tercer grupo, y no por ello menos importante, el de ocio: Libro electrónico, tablet, mp3, todos ellos bien surtidos de contenidos multimedia.
Una vez hecha la lista con todos los enseres necesarios, hay que proceder a colocarlos ordenadamente, por grupos, encima de la cama (o camas, dependiendo del volumen) y comprobar meticulosamente que todos ellos se encuentran descritos en la lista.
Lo anteriormente citado, lo realizaremos al menos 3 días antes del día de la partida, dejando para el día anterior a la misma la colocación sobre la mesilla de los llamados efecto personales: Móvil, cartera, reloj, llaves,pañuelo, prestando especial atención en las tarjetas de crédito, billetes de transporte, y carnets de identificación, que guardaremos debidamente ordenados en los distintos compartimentos de la cartera, dejando todo ésto visible hasta el último momento de partir, en el que lo introduciremos en el pequeño bolso de mano que llevaremos siempre encima.
Ya sólo queda el delicado proceso de ir introduciendo cuidadosamente cada uno de los enseres en las maletas, sin escatimar el número de ellas, y etiquetándolas con el nombre, dirección y teléfono, ante posibles pérdidas. Y ya estamos listos para hacer de nuestro viaje el viaje perfecto.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Otros mundos

Informe G2/w1.

El motor cuántico de la nave calculó los parámetros espacio-temporales precisos para aparecer en el lugar donde se habían detectado signos de tecnología.
Se trata de un planeta similar a la tierra, situado a 1003445´8 años luz en el espacio euclídeo.
Los datos de la computadora muestran que contiene una atmósfera de oxígeno y anhídrido carbónico y océanos que ocupaban la mayor parte de su superficie, por lo es apto para el desarrollo de la vida.
Me teletransporto a las coordenadas que presentan mayor presencia de vida.
Me encuentro en una amplia avenida, rodeado de gente, grandes rascacielos y coches.
Es una capital exacta a cualquier otra del planeta Tierra.
En un kiosco ojeo la prensa: Atentados, inundaciones, elecciones, fútbol,..........
Fin del informe.

"Vuelvo a la nave,
abro el visor para observar el espacio infinito que me rodea: ¡Tan distinto, tan igual!,
me invade una terrible soledad."



Informe G2/w2.

Situado en el cuadrante 286-34#20 de la nebulosa Eox15.
Orbita alrededor de una enana blanca cuya gravedad ha eliminado el momento giratorio de su eje, por lo que presenta un hemisferio con temperaturas superiores a los 1000 grados centígrados, y otro opuesto con temperaturas inferiores a 700 grados centigrados.
Entre ambos hemisferios existe una franja de 200.000 kilómetros de ancho en la que se dan las condiciones necesarias para el desarrollo de la vida.
Los datos de la sonda Cangur-6 revelan que con periodicidad de 5 años, un cúmulo de asteroides atraviesa el cuadrante 286-34#20 aniquilando toda forma de vida del planeta.
Durante ese periodo de tiempo se desarrolla en la franja trasversal, apta para la vida, una civilización que en 4 años despues de cada cataclismo, alcanza el máximo grado de perfecionamiento tanto técnico como social y cultural.
En el año anterior al cataclismo, se produce el declive de la civilización, extendiéndose  el caos más absoluto, que culmina con la llegada de los meteoritos.
Este ciclo se repite periódicamente, de la misma forma y con idénticos resultados.
Fin del informe.

"Ahora me acostaré, aunque la luna no esté sobre mi,
y mañana despertaré, aunque el sol no alumbre el oscuro espacio."



Informe G2/w3.

Todo comienza cuando pierdo mi calcetín.
En ese momento el sistema de comunicaciones empieza a fallar.
Luego fue el microondas, la cafetera.
Acabó fallando el motor cuántico de la nave.
Entonces la nave quedó atrapada en una corriente gravitatoria circular de la que era imposible escapar por el fallo del motor principal y los cañones auxiliares.
No se cuanto tiempo ha pasado, el ordenador no funciona.
Ruego por que el sistema atmosférico y gravitatorio no falle; aunque a veces no me importaría que lo hiciera.
Creo que éste será mi último informe antes de que pierda la razón.
Fin del informe.

Anexo 1.
Encontré mi calcetín, estaba en el fondo de la lavadora.
En cuanto me lo puse todos los sistemas de nave volvieron a funcionar con normalidad.
Fin del Anexo 1.

"No me he vuelto a quitar los calcetines por miedo a perder alguno."

viernes, 26 de agosto de 2016

El corredor

"Llegó el momento, tantos años de esfuerzo y sufrimiento, tantas privaciones han hecho de mi la máquina perfecta."
"Sólo hay un destino para mi: ¡La gloria!"
"Mis contrincantes no tienen ninguna opción, ¡soy el mejor!"
"Escucho el disparo,  mi cuerpo es como el sonido que sale de la boca del cañón."
"Siento el poder, la potencia de mis músculos tensados hasta su máximo rendimiento."
"En pocos segundos todo terminará. No tengo que mirar a mi alrededor para saber que he ganado; es mi destino."
- ¡Señor Bolt, es muy tarde, tiene que acostarse!
- Una vez más, quiero verlo una vez más.
- ¡No, se acabó, a la cama!
La enfermera apagó el vídeo y llevó la silla de ruedas por los oscuros y destartalados pasillos de la residencia hasta la habitación del anciano.

viernes, 19 de agosto de 2016

El hombre flotante

¡Cansado!, ¡estoy muy cansado! Cada vez me cuesta más esfuerzo permanecer en el suelo. En cuanto me distraigo, mis pies se separan de la tierra y floto.
Probé con los cinturones que llevan los buzos para permanecer en el fondo del mar, pero su peso me dejaba baldado. Incluso pegué unas ventosas a las suelas de mis zapatos, pero no funcionó.
Por la noche tengo que atarme a la cama para no acabar en el techo. Tuve que comprarme una cama de madera maciza y hierro forjado para no arrastrarla conmigo.
Fui al médico por si se trataba de algún problema de gases, pero no. Me hicieron todo tipo de pruebas sin encontrar nada raro.
La única forma de permanecer en el suelo es prestando toda mi atención en los pies, pero es agotador, y acabo cansado, ¡muy cansado!
Una vez soñé que todos flotábamos, que el mundo era liviano y lo traspasábamos impregnándonos de él, y a veces pienso que no he despertado, ¿o son los demás los que duermen?

viernes, 29 de julio de 2016

Disneyland

Los soldados patrullaban con las metralletas en la mano alrededor de las cintas transportadoras que llevaban hasta el parque de atracciones de Disneyland. Los últimos atentados habían provocado la movilización de las tropas en aquellos lugares susceptibles de perpetrarse uno de ellos.
Sus bisoños rostros disfrazados de aplomo ponían en entredicho la eficacia de la medida. Se trataba más que otra cosa, en un golpe de efecto para tranquilizar a los numerosos visitantes del parque.
Era extraño ver a los soldados armados desfilando entre las princesas de cartón y la ensoñadora música de películas. "Tranquilos, estamos aquí para proteger vuestro mundo", parecían decir; ¡pobres chiquillos ataviados de hombres!
Números, son números los que se deslizan sobre la cinta transportadora hacia la caja registradora, hacia listas y estadísticas, donde imprimen su rostro risueño regado en sangre.
Los cuerpos caen al vertedero después de arrancarles el corazón, cuerpos con fecha de caducidad.
La maquinaria funciona a pleno rendimiento, sólo los ángeles sobreviven al impacto; saben que sus alas son de verdad.
Entramos al parque por un gran portal cuya fachada simula a un elegante hotel de la Belle Epoque, y en ella nos sumergimos al pasear por la avenida entre jazz, restaurantes, boutiques y glamurosos fantasmas encorsetados que parpadean como hologramas defectuosos.
Subimos las escaleras del Palacio activando las fuentes con nuestros pies, y entramos allí donde el tiempo se detiene y todo lo que ha sido y será se hace real.
Los muñecos bailan y cantan a nuestro alrededor, todo está bien ; recibimos nuestra dosis de felicidad.
- ¡Porqué murió mi hija! - le pregunto a La Princesa.
- ¡Pero qué pillín! - me dice con su sonrisa perfecta.
- ¡porqué el cáncer invadió su frágil e inocente cuerpecito!
- ¡ Uy, que cosas dices! - me responde moviéndose con gráciles gestos.
La estrangulo con mis manos; no deja de sonreír, y se vuelve espuma, como todo lo que le rodea.
¡Sopla, sopla!, aleja la niebla y los fantasmas dejando al descubierto torsos desnudos, sudorosos, sangrantes.
El soldado dispara, siento las balas perforando mi pecho, mi cara, mis piernas. Esta noche no dormirá pensando en el cuerpo ensangrentado tirado en el suelo; lástima que no haya visto la sonrisa en mis labios.

viernes, 17 de junio de 2016

Fiesta del colegio

Era la fiesta del colegio. A los niños les habían dado un vale que imitaba un billete de 20 euros, y que cambiaban en una mesa para poder jugar a los diversos juegos que habían organizado en el patio. Dependiendo de su pericia, conseguirían puntos que después podían cambiar por regalos.
En cada juego se formaban largas colas en las que los niños esperaban impacientes mientras los padres charlábamos, no menos impacientes.
Estábamos en la cola del "Gargantúa", un paraguero al que había que meter unas pelotas por la abertura lateral, a modo de boca. Mi hija no parecía muy contenta.
- ¡Qué divertido!, haber cuantas pelotas metes - dije para animarla. Me miró con cara de circunstancias.
Cuando llegó su turno, tiró sin ganas las pelotas; no acertó a meter ninguna por el agujero. Le dieron 1 punto de consolación.
Así pasó la mañana, yo intentando ensalzar las divertidísimas actividades que ofrecían y que harían de este día algo inolvidable, y mi hija deambulando como un zombie entre ellas, con absoluta indiferencia. Lo único que le sacó de ella fue cuando le pintaron la cara de mariposa, le encantan esas cosas.
Al terminar los juegos, los niños fueron a cambiar los puntos obtenidos por regalos. Allí las colas si que se parecían a las de unos grandes almacenes en rebajas. Los chavales esperaban alardeando de la cantidad de puntos y especulando sobre los regalos que les iban a dar. Mi hija cogió una libreta de princesas con los pocos puntos que tenía; ah! y le dieron un chupa-chus.
- ¡Qué libreta mas chula! - le dije.
- ¡Papá, por favor!
- ¿No te lo has pasado bien?
- ¿Pasarlo bien?; nos han puesto un límite de 20 euros para conseguir nuestros sueños; nos ha hecho esperar consumidos por la ansiedad para evaluarnos según sus parámetros; y al final han dejado que nos humilláramos entre nosotros mientras esperábamos las migajas de felicidad que dejaban caer de sus manos. ¿Te parece divertido?
Bajé la cabeza avergonzado. No dije  ni una palabra más hasta llegar a casa.

viernes, 6 de mayo de 2016

El Centro de Formación

Le gustaba las de Jhon Wayne. No tenía más que poner el nombre del actor en You Tube, y aparecían unas cuantas películas del mismo. Con los auriculares puestos, y recostado en la silla, se aislaba de los ruidos que conllevaba la mudanza del Centro. Después de dos años sin cursos por falta de subvención, el Gobierno Vasco lo había cedido a Educación, para trasladar allí La Escuela de la Construcción; dos años en los que los funcionarios, pasaban las 7 horas entre fichaje y fichaje, estudiando ingles, euskera, o de cháchara al lado de la máquina de café.
En el inmenso edificio, sólo quedaba Lucas, el celador, y Pili la de la limpieza. A Lucas le quedaba un año para jubilarse; le dejarían allí hasta terminar el traslado. Pili, con sus 59 años, y después de más de 20 en el Centro, prefería no pensar en su futuro.
Cuando Lucas llegaba, las puertas estaban abiertas, la alarma desconectada, y las luces sin encender. Se imaginaba al vigilante con una linterna en la mano recorriendo las estancias oscuras y silenciosas, aunque no lograba recordar su rostro.
Al rato llegaba Pili. Su voz rasposa retumbaba por los vacíos pasillos en forma de viejas canciones tradicionales. Empezaba la jornada preparando café en la cocina, y se lo tomaba parsimoniosamente con Lucas, mientras éste se quejaba de la humedad, que le producía dolor de huesos y no le dejaba respirar. Pili, con su sonrisa perpetua, le ignoraba, ya cansada de que no le hiciera caso a sus remedios caseros de cataplasmas y vahos.

Lucas se metió en uno de los baños para fumar, más que nada por si venía la responsable del traslado. Pensaba en su nieto, al que sólo veía en navidad, cuando su hijo iba a visitarle. Sacó el móvil y ojeó las fotos que tenía de él. De pronto escuchó como un llanto que venía de la ventana semiabierta del baño. Asomó la cabeza por la ventana, y vio debajo de ella a un gatito. Estaba esquelético y temblaba. Uno de sus ojos estaba rasgado por una cicatriz que le recorría el rostro hasta el cuello. Fue a la cocina, llenó un plato hondo con leche, y echó unas galletas rotas en él. Al acercarse al gatito, éste se escapó. Lucas dejó el plato en el suelo, y observó a cierta distancia como el animal se acercaba a él y lamía con desesperación su contenido. Luego fue al almacén, y con una caja y unas mantas, improvisó una cama para el gatito.

Pili ventilaba las aulas que ya llevaban más de dos años vacías. Escuchaba la radio por unos auriculares, cuando ésta se paró. Le extrañó, ya que las había cambiado las pilas hace poco. Agitó la radio como si fuera una maraca, y se quitó los auriculares al ver que seguía sin funcionar. Miró a su alrededor; se encontraba en el garaje, donde antes se impartían clases de manejo de carretillas. Escuchó un pitido intermitente; una de las carretillas se había puesto en marcha, y se dirigí hacia un grupo de palés con piedras, que se usaban para las clases prácticas. La carretilla chocó, quedándose encendidas las luces de emergencia. El sonido de su móvil le sacó de su estupor. Le llamaban de la fábrica donde trabajaba su marido; había tenido un accidente mientras manejaba una carretilla.

Deambulaba entre los pasillos, silbando, con las manos en los bolsillos, cuando dio una patada a algo que se encontraba en el suelo. Era una cartera, marrón y muy usada. La abrió; dentro había varias tarjetas, 5 euros arrugados, y una foto de su ex mujer. Se divorciaron hace 5 años. Ella estaba enferma, y Lucas le proporcionaba todos los cuidados que necesitaba cuando estaba en casa. Sin embargo, le dejó por un vigilante de seguridad, a pesar de sus 2 hijos. Al ver la foto pensó en el vigilante del Centro, la cartera debía de ser suya. La cerró con odio, y la arrojó el suelo.

Pili vació la taquilla, y metió su contenido en una bolsa grande que había traído. Salió del Centro tarareando una canción, se metió en el coche y se fue. Su marido se había quedado parapléjico en el accidente que había sufrido en la fábrica, y ella tendría que cuidarle de por vida, con las escasas ayudas que recibiría de la seguridad social.

El viejo Freud había muerto hace poco. El enorme y patoso San Bernardo de Lucas murió de viejo. Lucas fumaba asomado a la ventana de la recepción, cuando escuchó un chillido. Aguzó la vista, eran las 6 de la tarde, y ya estaba oscureciendo. Distinguió de pronto una silueta grande y desgarbada que se alejaba; se trataba de un perro enorme, que llevaba entre los dientes, muerto, a un gatito bizco.

Hacía días que no encendía el ordenador. Era el único que quedaba en todo el edificio, junto a una silla, una mesa, un teléfono, y un ordenador apagado. Lucas fumaba pitillo tras pitillo, sin importarle que pudiera aparecer nadie. Fue al servicio; escuchó música en el piso de arriba, y subió. Provenía de la sala de audiovisuales. En ella, las pantallas alineadas encima de la mesa de control, proyectaban la misma película de vídeo VHS. Se trataba de centaturos del desierto, con Jhon Wayne como protagonista. Se sentó en la oscuridad con el pitillo en la boca, y vio la película, que se proyectaba una y otra vez..........................................

martes, 12 de abril de 2016

El P.I.N. (Parque Infantil de Navidad)

Llovía a mares, los peces golpeaban el parabrisas del coche, la gran ballena blanca se encontraba delante dejando un reguero de sangre a su paso.
En el parking había bastante sitio, fuimos pronto para aprovechar la tarde. Mi hija estaba emocionadísima: Las luces, la música, la inalcanzable paz de la estrellas.
Veo formas en ellas, mensajes, signos, caminos, no el fulgurante fuego se sus entrañas, perdido, perdidos entre tanta gente, buscando como todos ellos un destino.
Ella lo tiene claro, mira a su alrededor y elige, eso es todo, no siente las patas de la araña en su cuello.
Se divierte con un papel y unas tijeras, dando forma al mundo; es más bello en sus toscas manos.
Luego se levanta, quiere  cantar y canta, no le importa si le escuchan, no es una canción, es la única posible en este instante, en este lugar, aunque sólo yo la escuche; "canto par ti"  me dice, para quien sino, no hay nadie más.
Ella salta en el hinchable, espera su turno, baja por la chirristra de plástico, los códigos secretos se desvelan en el juego, todo está bien.
Hacemos colas interminables en el tío vivo, nos enseñan a esperar para dar vueltas y vueltas enredados en nuestras cadenas.
Entonces nos miramos a los ojos; agarrados de la mano salimos corriendo entre toneladas de espanto, para salir al mar que cae sobre nuestras cabezas, y gritar, y saltar entre los peces.

domingo, 3 de abril de 2016

El patio

Hacía bueno, los niños jugaban en el patio del colegio al salir de clase. Sentados en el suelo, alineaban sus ejércitos de gogos (1).Las bajas eran numerosas, lo que no parecía importar a los contendientes. Se tomaban su tiempo para reconstruir el campo de batalla, haciendo de él un lugar de encuentro y exhibición. En el columpio cesta (2) un niño de mayor edad mostraba sus facultades subido al borde de la cesta e impulsándola con todas sus fuerzas. Dos más pequeños se encontraban dentro, y un cuarto se colgaba de ellas cuando alcanzaba su máxima altura, para lanzarla hacia abajo. Todos disfrutaban. En el puente que une el tobogán con la casa de madera, varios niños saltaban sobre él, ante el regocijo de los que rodaban a sus pies. Otros trepaban por las barras, y se colgaban haciendo piruetas.En el campo de fútbol colindante, el balón se convertía en el fin codiciado por todos, y cuya pertenencia demostraría la superioridad de su poseedor. Otros se entretenían en juegos organizados por monitores, siguiendo ordenadamente sus instrucciones.
Yo, sentado en un banco, con el bocadillo mordido de mi hija en la mano, vi el futuro:
"Ejércitos de gogos desfilando entre ciudades destruidas; naciones convertidas en parques temáticos; zombies deambulando en inmensos centros comerciales; una pléyade de almas persiguiendo luces proyectadas en el cielo;...........................
-¡Aita, aita!, ¡mira lo que hago!
Era mi hija, reclamando mi atención.


(1) Pequeños muñecos de plástico, cuyo juego consiste en quedarse con los del contrincante. Para ello, los 2 jugadores disponen los gogos de pie, y tumbando uno de ellos, lo lanzan hacia el contrario intentando derive el máximo número de ellos y quedándose con los que derive.

(2) Columpio formado por cuerdas anudadas, con forma de cesta circular, donde se meten los niños.

viernes, 4 de marzo de 2016

La ciudad de los gatos (4)

Rosa se encontraba en la puerta de la academia de inglés, estaba a punto de entrar, cuando vio el autobús parado enfrente. Estaba harta de las clases, "me manda aquí para deshacerse de mi, para que le deje en paz". Cruzó la carretera y subió al autobús, que le llevó a casa.
Subió sigilosamente las escaleras para ir a su cuarto, no quería que le oyera su madre. Entonces escuchó un grito, provenía de la habitación de su madre.
- ¡Mamá, mamá, estás bien!
Al asomarse a la habitación, vio a un gigante peludo y barbudo encima de su madre. Los dos estaban desnudos.
- ¡Rosa! - gritó Elvira apartando al gigante.
Rosa retrocedió sin entender nada, y bajó corriendo las escaleras. Elvira poniéndose una bata, salió tras ella.
La niña, con lágrimas en los ojos, corrió y corrió. Había oscurecido, y los escasos segundos entre los rayos y los truenos indicaba que la tormenta estaba encima. Empezó a llover, la niña se detuvo; enfrente suyo, vio el invernadero de cristal, fue hacia allí y entró. Elvira le vio entrar, y lo hizo a continuación.
- ¡Rosa cariño!,¡ no pasa nada!, ¡te lo explicaré!
Rosa, mojada y desconcertada, se dirigió al pozo, y se acurrucó detrás de él.
- ¡Venga princesa, hablemos!
Rosa cerró los ojos con fuerza, queriendo desaparecer para siempre. Cuando los abrió, vio al gato gordo y atigresado que le miraba con su único ojo a pocos palmos de distancia. El resto de gatos se iban acercando, rodeándola. De pronto el gato gordo maulló, lo que pareció más el aullido de un lobo, y los demás gatos se abalanzaron sobre Rosa. De un manotazo, se deshizo de un gato pardo que intentaba arañarle, se levantó y salió corriendo.
- ¡Mamá mamá!
- ¡Rosa!
Elvira corrió hacia donde provenían los gritos, y vio a su hija, que le abrazó.
- ¿Que ha sucedido? - preguntó al verle el brazo ensangrentado.
-¡Los gatos!, ¡se han vuelto locos!
Entonces vio unos pequeños luceros que se acercaban lentemente, brillando en la oscuridad.
- ¡Corre! - Cogió la mano de la niña y escaparon de allí. Un gran estruendo les sobresaltó. Al llegar a la puerta del invernadero, vieron que un roble caído ardía al otro lado atrancándola. Los felinos les rodeaban.
- ¡No te muevas! ¡no son más que gatos! - dijo Elvira para tranquilizar a la niña. Pero sentía que algo diabólico iluminaba aquellos luceros ardientes. Vio una pala apoyada en el cristal a unos metros, se acercó lentamente, los gatos le seguían con los ojos. Echó a correr y cogió la pala.
- ¡Atrás! - gritó esgrimiéndola.
Cada vez había más gatos rodeándolas, sus bocas entrabiertas mostraban sus colmillos. Un gato negro como la noche les atacó, pero de un palazo, Elvira se deshizo de él. Tropezó con algo, era un enano de jardín bastante voluminoso. Tiró la pala hacia los gatos, y cogiendo al enano de piedra lo arrojó contra el cristal, que se hizo añicos. Corrieron y corrieron sin mirar atrás, entre la lluvia, hasta llegar a casa.

Madre e hija se encontraban en la playa, disfrutando de un magnífico día soleado. Después del incidente con los gatos, decidieron irse de vacaciones unos días, las dos solas.
Elvira tomaba el sol, Rosa, a unos metros, desmigaba su bocadillo para dar de comer a las gaviotas.
- ¡ Mamá ven!, ¡mira que de gaviotas!
- ¡Ahora no Rosa!, ¡estoy descansando!
La niña frunció el ceño y tiró disgustada el bocadillo. Las gaviotas alzaron el vuelo, y empezaron a volar en círculo sobre Elvira y la niña, con una diabólica luz tras sus ojos.


sábado, 27 de febrero de 2016

La ciudad de los gatos (3)

El taxi les dejó en el 123 del paseo del Roble. Se encontraron con unas rejas roñosas entre muros forrados de enredaderas.
- Parece abandonado -  dijo Elvira.
- ¡Qué guai, será una casa encantada!
- Esperemos que no.
Abrieron la puerta enrejada, y cargando las maletas, recorrieron un camino estrecho entre robles hasta un caserón de aspecto descuidado y recio.
- ¡Seguro que está llena de horribles espíritus esperando la hora de su venganza!
- ¡Rosa, ya vale!, ¡es sólo una casa vieja, nada más!
Aparte del polvo y olor a humedad, se encontraba en buen estado. La decoración, antigua, denotaba buen gusto, y el orden predominaba en todas las habitaciones.
Los primeros días fueron para Elvira como unas vacaciones, no tenía que andar corriendo todo el día de aquí para allá, con el reloj constantemente en la cabeza, tenía las 24 horas para organizarse a su manera. También fue consciente de la enorme cantidad de trabajo que le llevaría el mantenimiento de la finca.
Madre e hija disfrutaban de su compañía, cuando la niña no estaba en el colegio, pero no duró mucho, Elvira pronto empezó a encontrar tareas urgentes a realizar en la finca que les impedía estar juntas.

Se despertó sudando, con el corazón golpeándole el pecho con violencia. De nuevo aquella pesadilla: El camión, el coche que derrapa, las vueltas hasta chocar, el rostro ensangrentado de su marido, ella embarazada atrapada entre los hierros,....................... Encendió un cigarro e intentó calmarse.
"Tendría que hacerla más caso..............me recuerda tanto a él.............." - pensaba.

Elvira se encontraba limpiando las escaleras que daban al porche de la casa, cuando escuchó como alguien silbaba en el jardín. Llegaba de detrás de las hortensias, fue hacia allí.
- ¿Elvira?
Dio varios pasos hacia atrás, al ver a un hombre barbudo que cortaba los arbustos con grandes tijeras. Se fijó en las gotas de sudor que corrían desde su cuello hasta el vello de su pecho.
- Tranquila, soy Román, el jardinero - a Elvira le parecía una aparición - suelo pasarme por aquí para cuidar el jardín.
- Si, si, perdona............no me habían avisado.
Román le ofreció su mano. Elvira la agarró sin dejar de mirarle a los ojos. Un escalofría recorrió todo su cuerpo, su entrepierna ardía.

Rosa no se aburría en la finca, siempre encontraba algún lugar inhóspito para inspeccionar. En una de sus expediciones, encontró un invernadero de cristal, escondido prácticamente entre la maleza. La puerta estaba abierta, y la iluminación funcionaba. Dentro, las malas hierbas invadían pasillos, rincones y jardineras donde enormes plantas formaban una enmarañada y frondosa jungla que impedía el paso de los rayos de sol. Fascinada, caminó entre los estrechos pasillos con la sensación de que numerosos ojos le observaban entre la vegetación. Se volvió de repente, para intentar sorprender a sus observadores, y el ruido del follaje, le percató de que no estaba sola.
- ¿Quien anda ahí? -gritó asustada.
Se acercó despacio hasta el ficus, tembloroso todavía, y apartó sus grandes hojas. Detrás descubrió como una plaza con un pozo en medio, y rodeándolo, unos escalones circulares ¡repletos de gatos! Algunos se le quedaron mirando fijamente, otros se lamían las patas o se estiraban. Se sentó en el suelo; un gordo gato atigresado, con una cicatriz que le surcaba un ojo, se le acercó desconfiado, y le olisqueó. Rosa no se movió, estaba impresionada,. sentía como que había violado un lugar secreto. El gato atigresado se alejó, y el resto también perdió su interés por ella. Ya más tranquila, respiró hondo y observó intentando pasar desapercibida. Unos se peleaban, otros olisqueaban el suelo siguiendo algún rastro, y entonces le vio: Era Lili, que saliendo de su bolsillo, donde siempre le llevaba en sus excursiones, movía curiosa sus bigotes en el aire. Se levantó apresuradamente.
- ¡Lili!, ¡ven aquí!, ¡Qué haces!
No le dio tiempo a más, un gato gris se abalanzó sobre el hamster. Lo último que vio de Lili fue su colita balanceándose entre los colmillos del gato.

viernes, 19 de febrero de 2016

La ciudad de los gatos (2)

Rosa entró en el aula de ciencias del colegio, sabía que a esa hora no había nadie allí. Se acercó a la jaula de Lili, el hamster; éste, limitado por las rejas de su jaula, descargaba su energía en la rueda giratoria. El roedor, en cuanto le vio, se acercó moviendo el hocico.
- ¡Hola Lili, haciendo ejercicio eh!
La niña abrió la jaula y cogió al hamster. Lili, recorría la mano de Rosa olisqueándola; Rosa le observaba con fascinación y cariño. De pronto, un ruido le sobresaltó, y el hamter cayó al suelo.
- ¿Qué haces? - era Raúl, un compañero de clase. Al ver la jaula abierta y a Rosa nerviosa buscando algo en el suelo, comprendió lo sucedido.
- ¿Jugando con la rata?
- ¡No es una rata!
- ¡Ahí está! - Raúl levantó el pie para pisar a Lili, entonces Rosa se le abalanzó encima, haciéndole caer al suelo, y le arañó la cara. El niño, con las manos en el rostro, salió corriendo y gritando.

- ¿Cómo se te ocurre hacer algo así - le recriminaba Elvira a Rosa mientras se dirigían a casa.
- ¡Quería matarlo!
- ¡Es sólo un animal!, ¿Por eso querías desfigurarlo para toda la vida?
La niña bajó la cabeza a punto de llorar.
- Venga, tranquila princesa - le dijo Elvira ofreciéndole la mano. La niña le dio la suya, mientras en la otra sentía el calor de la ansiosa criaturilla que mantenía suavemente apretada dentro del bolsillo de su cazadora.

Ocurrió de repente, el derrame afectó a gran parte del cerebro, y la muerte se produjo al instante. Elvira no se podía creer que aquella mujer que, aunque desapercibida por ella, formaba parte esencial en su vida hubiera desaparecido para siempre. Su madre siempre había estado allí, en todo momento, pese a su hosquedad y a su deficiencia emocional. Era el único vínculo que le mantenía unida al árbol de la vida, ahora sólo quedaba ella, ella y su hija.
Su pequeño mundo se desmoronó, como si hubiera caído una de las paredes maestras que lo sostenía. ¿Quien iba a cuidar ahora de su hija mientras trabajaba? Tendría que dejar de trabajar por las tardes, y entonces no le llegaría para pagar el piso. El dolor de la pérdida quedó sepultado, junto a otras antiguas decepciones, por la siempre urgente realidad.

Las piezas siempre acaban encajando, aunque el cuadro resultante, la mayoría de las veces imperceptible, nos pueda parecer extraño. Elvira esperaba el autobús, le dolía la espalda y estaba cansada, como de costumbre. Entonces se fijó en los trocitos de papel que  a modo de sierra colgaban de un anuncio pegado en la marquesina. Se acercó y lo leyó : "Se precisa de persona responsable para guardar finca durante los meses de invierno". Se quedó pensativa, arrancó el anuncio, y se lo metió en el bolsillo.

Rosa cogió la caja de zapatos que guardaba bajo la cama, la puso en sus rodillas, y la abrió.
- ¡Hola Lili!,  te traigo pipas.
La niña echó unas pocas pipas de la bolsa su mano, y ls puso en la caja, junto al algodón donde dormía el hamster.
- Ya se que te gustan mucho, a mi también. Ah!, y te traigo lechuga. A mi no me gusta nada, pero he leído en internet que a ti si, y te va bien. Toma.
Entonces escuchó la voz de su madre llamándole para cenar.
- ¡Luego nos vemos! - dijo cerrando la caja apresuradamente y deslizándola bajo la cama.
Elvira puso la caja abierta de la pizza carbonara en el centro de la mesa, y sacó 2 latas de coca cola del frigorífico.
- ¡Qué bueno! -  dijo Rosa al ver la cena.
- Tenemos algo que celebrar, ¡Nos vamos a vivir a otro sitio!
- ¿A donde?
- A una finca en las afueras.
- ¿Y el colegio?
- Nos queda cerca, mira; trabajaré allí, cuidándola, y podremos estar juntas todo el tiempo. ¿Qué te parece?
La niña se quedó pensativa.
- A mi me gusta esta casa.
- Y a mi, pero desde que murió la abuela, no tengo a nadie con quien dejarte cunado no estás en el colegio, y viviendo en la finca, trabajaré en ella, y podré estar contigo.
- Bueno,......si es así.
Elvira le abrazó.
- ¡Verás como todo sale bien, mi princesa!

lunes, 15 de febrero de 2016

La ciudad de los gatos (1)

Estaba agotada, las tormentas de anoche sólo habían conseguido elevar la humedad del ambiente, y cualquier esfuerzo físico suponía el gasto inmediato de las escasas fuerzas que le quedaban.
Se sentó en un banco, todavía le quedaban 2 horas de trabajo. Pensó en su hija, en las continuas quejas de su madre por tener que cuidarle, en cómo conseguir más casas para limpiar, la ropa para planchar que se acumulaba en el cubo............... Se le puso un fuerte dolor en el pecho; se asustó, le costaba respirar. Con la mano temblorosa, sacó un botellín de agua del bolso, y bebió; luego intentó respirar hondo. Era el segundo ataque de ansiedad que sufría ése día.

-¿Cómo estás? - le preguntó el siquiatra.
- Bien, a parte de los dolores en el pecho estoy bien.
- ¿Hay algo que te preocupa?
- No.............bueno, lo de siempre, si me llegará el dinero, el trabajo, que sería de mi hija si ,me pasara algo.........
- Ya sabes que esos miedos son los que causan la ansiedad, y que la mejor forma de relativizarlos es haciendo cosas que te gustan, centrando tu atención en ellas.
- Ya, ya, peo no tengo tiempo para nada, tengo que trabajar como una mula para sacar adelante a mi hija, y pagar el piso.
-Ya hemos hablado de eso otras veces, no se trata de lo que haces, sino de la actitud que tienen mientras lo haces.........
Las palabras del psiquiatra sonaban vacías en la cabeza de Elvira, igual que su actitud, como un eco que rebota y rebota sin fin.
- Tendremos que subir la medicación - escuchaba Elvira a lo lejos.
Al salir de la consulta, entró en una farmacia, y compró las pastillas. Al cruzar por el puente que cruzaba el río, se paró, miró sin verla la corriente marrón, miró las pastillas que todavía tenía en la mano, y vació el bote sobre el río.

Cuando llegó a casa de su madre, ya eran las 9. La luz se despedía del día, dejando un rastro de oscuridad.
- ¡Qué tarde llegas! -  le dijo su madre nada más entrar por la puerta.
- El trabajo.....
- Trabajas demasiado.
- ¡Mamá no empieces!
- Claro, pero la que se tiene que ocupar de tu hija soy yo.
- ¡Mami, mami! - Rosa, la hija de Elvira, se le abalanzó agarrándole por la cintura.
- ¡Princesa, que tal mi amor!
- La abuela me ha puesto espaguetis con tomate para cenar.
- ¡Jo que suerte!, venga, vamos a casa que es tarde. Bueno mamá, mañana te la traigo a la misma hora.
- Si si, pero procura venir antes, que yo también tengo cosas que hacer.
Elvira cogió a la niña de la mano y bajó corriendo las escaleras para no perder el autobús.
Ya en él, se sentaron en la parte trasera, donde el calor del motor caldeaba el ambiente.
- Mami, ¿cuando vas a comprarme el gato?
- Te he dicho que nada de gatos, cuestan mucho dinero.
- ¡Pero si en la protectora de animales te los dan gratis!
- De gratis nada, que luego hay que vacunarlos, esterilizarlos, y no se cuantas cosa más.
- ¡Me lo prometiste!
- Ya...........pero han cambiado las circunstancias, y ahora no podemos permitírnoslo. Tendría que trabajar más..............
- ¡Siempre estás trabajando!
- ¡Ya vale!, ¡no hay gato y se acabó!
El resto del viaje prosiguió en silencio; el silencio de la impotencia, y el de la incomprensión. Silencios que forjan actitudes; actitudes que crean vidas.

viernes, 29 de enero de 2016

Miedo

Llegó jadeante hasta el extremo del precipicio y se agachó apoyando las manos sobre las rodillas para recuperar fuerzas. Entonces miró hacia abajo: La bruma lo cubría todo. Recordó las palabras del viejo: "No pienses, ten fe y salta"; pero no pensaba, un terror seco le paralizaba, al ver el vacío. Entonces escuchó a su espalda el gruñido de las bestias; pero no saltó, simplemente despertó, y vio como  su cuerpo era despedazado por las bestias.

domingo, 3 de enero de 2016

La pareja

El - Somos libres, ¡hagamos lo que nos apetezca!
Ella - ¿Libres?,¿son libres las hojas de los árboles arrastradas por el viento?
- ¡No somos hojas arrastradas por el viento!
- ¿Estás seguro?, ahora quisiera volar.
- Pues vuela.
- No puedo.
- Con tu imaginación.
- Yo quiero volar de verdad.
- No eres un pájaro.
- ¿Ves como no somos libres?
- ¡Pero porqué quieres volar!
- Pues.......,no lo se, ¿a ti no te gustaría?
- Prefiero una pizza.
- ¡Qué materialista eres!
- Ya, pero mira, yo puedo conseguir mi pizza, pero tu volar..............

Y la pareja pidió una pizza por teléfono.


El - ¿Y si nos casamos?
Ella - ¿Porqué?
- Todos lo hacen
-¿Y por eso hay que hacerlo?
- Supongo que si, nos queremos, no.
- Claro.
- Pues venga.
- Es que me da miedo.
- El que.
- La responsabilidad, una casa, trabajar, hijos,......
- La vida es así.
- ¿Como?
- ¡Pues así!, ¡como va a ser sino!

Y la pareja se casó.


El - Vámonos de vacaciones.
Ella - Este mes tenemos muchos gastos.
- Las necesito.
- Y yo, pero no podemos.
- ¿Y si lo dejamos todo y nos vamos a vivir a la casa del pueblo?, podríamos cultivar la tierra, y tener gallinas.
- ¡No digas tonterías!, ¡Y los niños, mis padres,.......!, ¡estás loco o que!
- ¡Lo que estoy es harto!
- Venga mi amor, vamos a la cama, estoy cansada.

Y la pareja se fue a la cama, donde se durmieron abrazados.


El - Me duele la espalda.
Ella- ¿Has hecho los ejercicios?
- Si, pero da igual, ya me dijo el médico que tenía desgaste.
- Yo mañana tengo que ir para hacer los análisis.
- ¿Te sigue molestando?
- Si, y eso que ya he tomado las pastillas.
- Será mejor que nos quedemos en casa.

Y la pareja se sentó en el sofá para ver la tele.


El - Mira que tomates acabo de coger de la huerta.
Ella - ¡Que buena pinta tienen!, nos prepararemos unas buenas ensaladas.
- Pero antes demos una vuelta, hace un tiempo estupendo.
- ¡De acuerdo!

Y la pareja voló entre las nubes, agarrados de la mano, hasta que se puso el sol.