Cuando sonó el timbre de la puerta de su casa, Philipo estaba limpiando su Smith Wesson modelo 910 de doble acción, su preferida, con la que había logrado 5 campeonatos. Introducía la varilla con un trapo empapado en disolvente por la boca del cañón para limpiar su parte interna, llamada ánima; no es un buen nombre para el interior de un instrumento pensado para quitar la vida.
- Pasa le dijo a Constantine, que se mostraba nervioso. Se abrazaron y se dirigieron a la cocina.
- ¿Quieres tomar algo?
- Cerveza.
Sacó una lata del frigorífico, y cogió de nuevo su pistola que tenía encima de la mesa, para seguir limpiándola.
- ¿Tienes que hacer eso mientras hablamos?, me ponen nervioso las armas.
- Es un mecanismo perfecto, sólo hay que mantenerla en buen estado para que funcione implacablemente, es como la mente.
Philipo limpiaba ahora la recámara de la pistola con lubricante, poniendo más nervioso a Constantine, por la pleistesía que mostraba en su mirada.
- ¿Qué te preocupa? - le dijo sin mirarle.
- El último tipo que te cargaste era del FBI, y ahora tenemos a los putos yankees comiéndonos el culo.
- Estaba previsto.
Constantine se levantó de la silla.
- ¡Estamos llegando demasiado lejos!, ¿Porqué tantas muertes?
Philipo dejó la pistola encima de la mesa y le miró fijamente.
- ¿Acaso dudas?, una mente que duda se vuelve débil, y pierde la fe.
- No..........no es eso..........
- ¿Entonces?
Philipo se levantó, sin dejar de mirarle.
- ¡No, no lo hagas, por fa............!
El rumano cayó fulminado sin terminar la frase.
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