Marisa bajó agobiada la tapa del ordenador portátil; se encontraba en el bar del hotel, ante la imposibilidad de conciliar el sueño. Acostumbrada a 8 horas seguidas de trabajo administrativo diario, las 24 horas de jornada continua que suponía e trabajo de inspector le suponía un gran esfuerzo, ante la imposibilidad de desconectar de la investigación por unos minutos.
- Buenas noches inspectora.
Marisa se sobresaltó al ver al desconocido que le hablaba.
- ¿Me conoce?
- No he tenido el gusto.
- Entonces como sabe que soy inspectora.
.- Vi su placa cuando pagó su copa. ¿Quiere otra?
- No me vendría mal.
- Marisa observó al apuesto desconocido mientras pedía las copas; desprendía una seguridad que helaba las venas.
- ¿Cree en el destino inspectora?
- Si, porqué no, la vida es demasiado compleja como para hacerse cargo de ella.
- ¿Y donde queda la voluntad del ser humano?, ¿su libertad?
- ¿A donde quiere llegar?
- ¿Es casualidad que un tirador profesional como yo se encuentre en el mismo bar de un hotel con una inspectora de policía que está investigando un caso relacionado con el mundo del tiro?
- ¿Es usted mago?
- No, simplemente observador; vi como consultaba información sobre los últimos campeonatos mundiales de tiro en el ordenador.
- Su cara me resulta familiar.
- Seguramente, soy Philipo Korda, actual campeón mundial de tiro en todas las modalidades.
- Eso explica su excelente vista.
- Gracias, es mi trabajo; y mi pasión. Salud - dijo levantando la copa.
- Salud.
Chocaron sus copas, y bebieron sin dejar de mirarse a los ojos.
- Vengo siempre que puedo a este bar para escuchar al pianista - dijo el tirador - escuche.
Desde que había entrado en el bar, Marisa no se había percatado de que las delicadas notas que arropaban las risas y conversaciones de los clientes, provenían de las manos de un pianista que tocaba un piano de cola al lado de la máquina de tabaco.
- ¡Es un verdadero genio!, toca cada nota como si fuera la primera vez que la tocara, sorprendiéndose con su sonido, rectificando cada nota para conseguir la melodía perfecta, que nunca acaba de llegar.
Marisa escuchó la frágil melodía que parecía deconstruirse en cada nota de un estandar de Thelonius Monk, tal como la habría tocado el maestro.
- Es raro que le guste una melodía tan indefinida a un amante de la precisión como usted.
- Hay cierto orden en la imperfección, es como usted........me produce una extraña y atrayente fascinación.
- No se si tomarlo como un cumplido.
- Lo es.
El pianista terminó la canción ante los tímidos aplausos de Philipo y Marisa, que parecían los únicos que le escuchaban.
- Debería volver a mi habitación para dormir un poco - dijo Marisa.
- ¿Y su investigación?, yo podría serle de gran ayuda.
- Si, pero estoy agotada, ¿Que le parece si quedamos mañana?
- De acuerdo.
Quedaron en el club de tiro de Philipo, sin sospechar Marisa que tenía una cita con el asesino que buscaba.
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