Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

domingo, 23 de agosto de 2015

Sueños son caminos (3)

La limusina paró frente a la cámara de seguridad. El chófer se acercó al micrófono, y la verja se abrió. El vehículo atravesó un cuidado jardín y paró ante las escaleras de mármol que llevaban a la entrada de la mansión. El chófer abrió la puerta de la limusina, un señor mayor, vestido con traje de lino gris claro, salió de ella, apoyándose en un bastón de mando plateado.
- ¡Adolfo!, ¡cuanto tiempo!
A pie de la escalera le esperaba otro hombre de aproximadamente la misma edad, vestido con un cómodo traje de franela.
- Si, demasiado tiempo, cada vez nos queda menos.
se abrazaron y se besaron en las mejillas.
- Vamos, estarás cansado del viaje.
- Estoy cada vez más viejo...........
Los dos hombres se dirigieron a la biblioteca.
Adrián, el anfitrión, sirvió dos copas de coñac, y le ofreció una a Adolfo.
- La situación se está complicando - de dijo mientras se sentaban en un cómodo sillón de cuero.
- Bueno, ya hemos pasado por situaciones parecidas, y hemos conseguido llevarlas a nuestro terreno.
- Esta vez es diferente
- ¿En qué sentido?
- Han dado con la clave del asunto, y están dispuestos a acabar con todos nosotros, es una cuestión de tiempo.
- ¿Se están tomando medidas?
- Estamos en ello, pero puede que no sean suficientes esta vez. Tenemos que estar preparados para llevar a cabo el plan maestro, si no hubiera otra alternativa.
Los ojos de Adrián ardían como dos hogueras, que contrastaban con los ojos hundidos en la preocupación de Adolfo.

En Londres Hacía sol, y la temperatura era más que agradable. La majestuosa y moderna metrópoli no parecía afectar en el ánimo de Marisa que como sumida en un sueño, recorría sus calles, unos palmos por encima de la acera. Todo era nuevo para ella, el avión, el taxi, el hotel......, y una emocionante e importante investigación, de la que no sabía si iba a estar a la altura.
Cuando se tumbó en la cama del hotel donde se hospedaba, la realidad de su cuerpo, cansado y agotado por la continua tensión, cayó sobre ella. Aún así, tardo casi una hora en dormirse, ante el barullo de emociones que bullían en su cabeza.

Quedaban dos minutos, y sólo le quedaba un disparo. Philipo, con absoluta tranquilidad, extendió el brazo,   disparó. Fue la 60ª diana consecutiva, que le convertía de nuevo en el mejor tirador de la historia.
- ¿Cómo lo hace? - le preguntó el periodista en la posterior rueda de prensa.
- Cuando voy ha disparar, sólo estoy yo, el blanco, y el deseo de acertar. Es una cuestión de concentración, como todo en la vida.
- Pero en la competición es muy complicado alcanzar ese grado de concentración.
- Disciplina, ése es el secreto, y una dedicación absoluta, como si te iría la vida en ello.
Philipo miró a los periodistas, que seguían fascinados cada palabra.
- Eso es todo, muchas gracias - dijo levantándose y saludando con la mano.

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