Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

viernes, 2 de diciembre de 2016

El viaje imaginario (2)

Hasta que no cerré la puerta de mi casa no fui consciente de la trascendencia de la decisión que había tomado. Creo que estuve más de 20 minutos dándole vueltas a las llaves en mi mano antes de guardarlas en la bandolera. Al fin me acerqué al ascensor y pulsé el botón de llamada. El ruido de los motores aumentaba la ansiedad de la espera. Cuando llegó a mi altura se paró,y las puertas se abrieron. Me quedé paralizado, y cuando las puertas. se empezaron a cerrar, me abalancé precipitadamente dentro del ascensor, quedándose la maleta atrancada entre las puertas. Tiré con todas mis fuerzas, cayéndome de espaldas y golpeándome la cabeza con el suelo.En ése momento, las puertas se abrieron durante unos segundos; vi la puerta de mi casa, que fue desapareciendo de mi vista a medida de que se volvían a cerrar las puertas. No podía levantarme, ¡estaba aterrado! Cuando se volvieron a abrir las puertas, me encontraba de pie, firme, agarrando el asa de la maleta con la mano izquierda, y el jersey, bien doblado, sobre mi antebrazo, que formaba un ángulo de 90º con el tronco; ¡podría haber alguien en el portal! Salí a la calle, intentando disimular el temblor de mis piernas dando pasos rápidos y contundentes. Entonces paré; ¿hacia donde me dirigía?, ¡no tenía ni idea! Al lado de la calle donde me encontraba, en la carretera, había varios taxis estacionados; se trataba de una parada de taxis. Repasando posteriormente los acontecimientos de mi viaje, he llegado a la conclusión de que hay algo que guía nuestros pasos, llámese Dios, providencia, o destino. El hecho es que todos tenemos un camino ya trazado, y que queramos o no,seguiremos. Si no hubiera estado allí ese taxi, lo más probable es que hubiera vuelto a casa pero allí está el taxi, con el conductor dentro, y la ventanilla bajada.
 - ¿A donde le llevo?
 - Al aeropuerto, por favor.
 - ¡Volando!
No dije nada, pero ya estaba bastante asustado con tener que volar en un avión como para hacerlo en un coche,pero no lo debió decir en serio, ya que aunque iba a una velocidad endiablada, no llegó en ningún momento a despegar las ruedas del asfalto. Me dejó en la entrada del aeropuerto junto a mi maleta, y desapareció tan rápido como vino. ¿Cómo llegué al asiento de mi avión, rumbo a Londres?; ¡fue un verdadero milagro! Entre el barullo de gente que iba y venía nerviosamente entre las mastodónticas instalaciones del aeropuerto, elegí a un hombre vestido con traje y corbata, que llevaba un maletín y un bolso de viaje, y realicé exactamente los mismos movimientos que hizo él: Facturé las maletas, pasé `por los detectores, y subí al avión que me pertenecía, que milagrosamente (o no si tenéis en cuenta lo que he comentado de la providencia), era el mismo que el suyo.
Bueno, pues allí estoy, paralizado por el miedo, sentado entre dos personas de las que no soy consciente ni de su aspecto, ni de su sexo, y ni siquiera de que estén ahí. La azafata hace extraños gestos  con las manos, me tomo la pastilla, mejor dos, me pongo los cascos para aislarme, agarro con fuerza los brazos de mi asiento, alguien me pone el cinturón de seguridad, cierro los ojos, soy sólo un estómago lleno de angustia (menos mal que no he comido nada desde ayer), y grito (bueno, abro la boca sin que salga ningún sonido)
No ha sido para tanto, ¿o si? Las 3 horas que dura el viaje repaso mentalmente, con los ojos cerrados, cada uno de los pasos que realizaré cuando llegue a Londres, y los repito una y otra vez. Tengo la certeza de que si dejo de hacerlo, irremediablemente, el piloto perderá el control del avión, y nos estrellaremos contra el suelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario