Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

viernes, 18 de octubre de 2013

La fundición

Fuera la niebla se extendía alrededor de la fundición.
Beep-beep, beep-beep, beep-beep,.........................
La alarma del móvil me llevó de nuevo al mundo en el que me creía libre;
¿libre durante las 2 horas que separaban cada ronda?,
¿libre cada noche que pasaba en aquel lugar lejos de todo?.
Sólo una parte de mí estaba allí, la otra intentaba escapar del murmullo constante de las torres de refrigeración.
Hacía frío, cogí la cazadora y me dirigí a los distintos puntos de fichaje que implacablemente marcaban el recorrido a seguir,
como el nacimiento y la muerte.
Llegué hasta los hornos, donde grandes mecheros calentaban las cubetas, que de no hacerlo, se convertirían en bombas, al derramar en ellas el hierro fundido.
- ¿Raúl?, ¿estás aquí?. - dije asomándome al almacén. A esas horas, Raúl, el empleado de guardia, solía fumarse allí unos porros. Odiaba el olor a porro y nuestras conversaciones sobre fútbol y coches, que consistían en un monólogo por su parte y asentamientos de cabeza por la mía.
Pero aquella noche necesitaba sentir que no era el único jugador en aquel lugar que parecía el escenario de un absurdo y repetitivo juego.
El almacén estaba vacío.
Llegué hasta el final de la fábrica, donde se encontraba una gran puerta por donde entraban los camiones cargados con bloques de chatarra, como ofrenda al dios del fuego;  este, alquimista experto, transformaba el espíritu del hierro con el fin del beneficio, otro dios implacable.
¿Qué consigue dios con nosotros?.
Al otro lado de la puerta enrejada, una densa niebla lo cubría todo.
"- Parece que el mundo acaba aquí."
De nuevo en la garita, miré el reloj.
"- Ya debería haber llegado el relevo".
Me acurruqué en la butaca y me dispuse a una nueva cabezadita.
Fuera la niebla se extendía alrededor de la fundición.


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