Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

viernes, 11 de diciembre de 2015

El circo

¡Y llegó el gran día!, durante toda la semana, un coche con un gran altavoz en el techo, había recorrido la ciudad anunciando la llegada ¡del único, el auténtico, El gran circo italiano! Desde que vi los grandes cartelones anunciándolo por todas partes, tuve una extraña sensación, como si me vigilaran.
Rubén y María, mis hijos, compraron grandes bolsas de palomitas con caramelo, y fuimos a la explanada donde habían plantado el circo. En la taquilla, una mujer de nacionalidad indefinida, me pidió 1 euro con aire ausente. Me sorprendió, porque las entradas costaban 14 euros, y yo le di 20; no tenía ningún sentido que me pidiera 1 euro. Estuve una temporada trabajando de cajero en un supermercado, y estas cosas se quedan. De todas formas, le di el euro, y empezó a preguntarme que si eran 2 entradas de adulto o 2 de niño, o al revés,..............., todo ello con el mismo aire ausente, como si no fuera con ella. Al final me cobró 1 euro de más. Al salir de la cola, escuché como de nuevo pedía 1 euro, al siguiente ingenuo.
Era un circo pequeño, no habría más de 7 u 8 artistas, que tanto picaban las entradas en la puerta, como vendían algodón de azúcar en el descanso, o se disfrazaban de spiderman para subirse a un trapecio. Desde luego no era como aquellos magníficos circos de 2 o 3 pistas que recordaba de mi niñez, con leones, elefantes, caballos montados por preciosas coristas, una gran orquesta,.........
Los tiempos han cambiado, pero su espíritu de picaresca y supervivencia, parece que no.
Las actuaciones sucedían a buen ritmo y con profesionalidad, manteniendo la atención del escaso centenar de personas que asistíamos a la función. Eran los números de siempre, pero puestos al día: Rayos láser, superhéroes, música rap,..........
Los niños lo pasaban en grande, mientras los adultos pasábamos el tiempo, móvil en mano.
Yo seguía inquieto, mirando hacia la parte más alta, donde la lona en forma de cono ejercía una extraña fascinación en mi.
A los 3/4 de hora de espectáculo, se produjo el descanso, para vender las varitas iluminadas a 3 euros, y algodón de azúcar. Las gradas se convirtieron en un calidoscópico río de luces en movimiento.
Terminó la función, los niños se fotografiaban con los payasos y jugaban entre ellos, los padres, aburridos, les metían prisa para llegar cuanto antes a casa.
El circo continuaría su función en la próxima ciudad; los niños seguirían jugando; los padres se levantarían de nuevo temprano para ir a sus trabajos.
Levanté la cabeza, y miré hacia arriba: Vi un gran agujero negro en el cielo; antes de convertirme en estatua de sal.

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