Donde habitan "los migalas"

Donde habitan "los migalas" (De cuentos y arañas)

viernes, 13 de marzo de 2015

Historias de la isla (3)

Capítulo 5

Como cada 16 de julio, coincidiendo con el día de la Virgen del Carmen, se celebraba en La Orotava el mercado de artesanía, el más importante de la isla. En ella, se reunían los maestros artesanos de todo el archipiélago. La artesanía, junto a la gastronomía y el folclore, suponía una de las actividades impulsadas por las autoridades, ya que suponía un incentivo más para las masas de turistas que acudían a la isla en busca de sol.
Lorenzo deambulaba por la feria, con las papilas saturadas por el aroma a quesos y mojo que desprendían los puestos dedicados a los productos típicos de la isla. Le ponía enfermo aquellos abigarrados olores que desde su infancia formaban "la banda olorosa" de su insípida vida. Se dirigió a los puestos de los luthiers, que eran los que habían hecho que se dejara caer por la feria. Se acercó a uno que vendía timples, y se puso a ojearlos.
- Veo que sabes lo que quieres - le dijo el tendero, un tipo gordo y calvo con abundante barba blanca.
- ¿Cómo? - le dijo sorprendido Lorenzo.
- Has te has fijado en mis hijos predilectos. El resto no es más que reclamo para turistas.
- ¿Puedo tocarlo? - le dijo Lorenzo cogiendo uno.
- ¡Claro, claro!
Lorenzo lo tocó, concentrado en la sonoridad del instrumento.
- Es magnífico, ¿cuanto cuesta?
- 3000, pero no es lo que estás buscando.
Lorenzo frunció el ceño
- ¿Y que es lo que busco?
- Lo que todos buscamos............ "El Timple de Oro".
- No es mas que una leyenda.
- Sabes que no. Toma, ven a verme - le dijo dándole una tarjeta.
-¡Oiga!, ¿cuanto cuesta éste? - les interrumpió un hombre con bermudas y gafas de sol.
- ¡Si señor!, ¡tiene usted muy buen gusto! - le dijo el tendero, dándole la espalda a Lorenzo.
Lorenzo se alejó pensativo: "Lo que busco, lo que busco........."
"El Timple de Oro", provenía de una leyenda de la isla, que contaba de un maestro artesano, que dedicó toda su vida a hacer un único timple, y que éste, propiciaba el éxito material de todo aquel que lo tuviera.
A los días, Lorenzo encontró la tarjeta del artesano en el bolsillo de su camisa, y decidió visitarle. Vivía en Boca Cangrejo, pequeño pueblo famoso entre los surfistas por su playa.
Dio vueltas, perdido, por los alrededores de Boca Cangrejo, hasta que dio con una estrecha carretera que caía entre un sin fin de curvas y acantilados hasta el mar. Le inquietó ver enormes rocas bordeando el asfalto, entre señales de riesgo de desprendimientos. Llegó un momento en el que la carretera se bifurcó en 2; una rama iba hacia la playa, la otra hacia una serie de casitas cuadradas de distintos colores pálidos, que encajaban como un rompecabezas en la ladera que daba al mar. No vio números en las puertas, por lo que preguntó a un hombre en bañador, que sobre una roca, fumaba un pitillo. Si no hubiera sido por el cigarro, lo hubiera confundido con uno de los numerosos lagartos que habitan la isla.
- Vive en la casa amarilla, esa de allí al fondo - le dijo, al preguntarle por el artesano.
Le parecía estar invadiendo la intimidad de aquella gente, al andar ente las estrechas calles y escaleras que tenían las puertas de las casas bordeando el acantilado. Al llegar a la casa amarilla, se encontró con al puerta semiabierta.
- ¡Hola! - dijo empujándola.
La sensación de intromisión se convirtió en violación cuando entró en la casa, pero algo le empujaba a encontrar al artesano; y lo encontró, sin vida, en el suelo de la cocina, como un fardo arrojado por la marea en la orilla.

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